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my 67 Pero importa mucho fijar nuestra atencion en otra ver- dad, y es que tambien nuestros corazones son templo de Dios vivo, donde habita el Señor cuando estamos en su gracia y amistad *. Mas ¿procuramos conservamos puros y limpios de la corrupcion del siglo? ¿Nó hay en nosotros algun ídolo de vanidad, de deseos carnales, de apetito de gloria mundana, ó de buscar mas nuestra gloria que la de Dios? ¡Ah! sepamos que en nuestro co- razon no puede haber division: si entra Dios, se van los vanos simulacros del mundo: si pretendemos que quede un solo ídolo de pecado, por pequeño que nos parezca, no puede tomar posesion de nosotros el Dios fuerte y celosa de su gloria. Arrojemos pues de nosotros cuanto sea del desagrado divino, y digamos con humildad al Señor que venga á honrarnos con su morada, hospedán- dose en nuestros corazones como en su propia casa ?. MÁXIMAS. No sufre la naturaleza del bien habitar en un mismo parage con el mal: siendo Dios el bien sumo, no es po- sible que viva junto con el pecado: por eso, apenas los Filisteos colocaron en su templo el Arca del testamento, cayó hecho pedazos el dios falso que tenian ?. Si nues- tras almas han de ser templo de Dios, no ha de quedar en ellas ídolo alguno de pasiones carnales. No hay me- dio de transigir, ó fuera Dios, ó fuera los ídolos mun- danos. 1 Vos enim estis templum Dei vivi. (2 Cor. cap. 6, v. 16. 2 Domine, si inveni gratiam in oculis tuis, ne transeas ser— vum tuum. (Genes. cap. 18, y. 3.) 3 1 Reg. cap. 5, v. 3.

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