BCCPAM000524-1-33000000000000
63 ¡Gon cuánta solidez quiso Dios que se colocaran los cimientos de este templo! ¡Cuántas preciosidades man- dó que se emplearan para su construccion! Sobre los mármoles mas exquisitos iban las maderas incorrupti- bles, y sobre estas el oro mas puro, pulimentado y es- culpido con todo primor, no exigiendo Dios menos que esto, para colocar en esta casa el arca de la alianza y el sagrado propiciatorio, desde donde recibia el incienso del sacrificio, oia-los cánticos de alabanza que se diri- gian á sn nombre, contemplaba la pureza de las obla- ciones, contaba el número de los holocaustos, aceptaba las víctimas, perdonaba los pecados, aplacaba sus iras y derramaba sus misericordias. Sin embargo, el mismo templo con cuantas preciosidades encerraba, el altar de oro con los aromas que en él se quemaban, y cuantas ceremonias y solemnidades se celebraban en su sagrado recinto, no eran mas que una figura, porque la ley anti- gua solo tenia la sombra de los bienes venideros *, Tan- tos tesoros como aglomerara David para ejecutar esta obra maravillosa, y tanta sabiduría como mostró Salomon para llevaria á cabo, no eran sino una leve figura de las riquezas que Dios tenia dispuestas desde la eternidad, para labrar con la virtud y sabiduría de su Hijo un templo animado, en el cual morase eternamente, y en cuyo augusto recinto se verificasen los obras mas por- tentosas de la misericordia del Padre, de la sabiduría del Hijo, y del amor del Espíritu Santo. Era la Vírgen María el complemento de cuantos símbolos contenia el antiguo tabernáculo, y el verdade- ro templo que la Sabiduría eterna edificó para sí, colo- cando en él siete columnas, erigiendo en él un altar, y t- Umbram enim habens lex futurorum bonorum. Hebr., cap. 10, v. 1.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz