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61 MÁXIMAS. El alma del justo es un cielo, donde habita el Espí- ritu Santo: y no hay un solo hombre que haya sido re- generado en las aguas del bautismo, que no haya sido convertido en este cielo. ¡Ah! el demonio enemigo de Dios se gloriaba de que habia de poner su asiento en los cielos *: y desgraciadamente lo consigue siempre que pecamos, pues arrojamos á Dios de nuestra alma, y en- tra á ocuparla el demonio. AFECTOS. O almas frias en el amor de Dios, venid al Corazon de María, para que veais cómo os habeis de conducir, si quereis ser siempre un cielo animado, donde eterna- mente se anuncien las glorias de Dios. ¡Qué orden y concierto hay en los movimientos de este cielo divino! ¡Cómo despide sus suaves y blancas luces el candor de la inocencia! ¡Cómo tiene fijos sus deseos en el sol de justicia! ¡Cómo brillan las estrellas de todas las virtu- des! Por eso precisamente aquel Dios, cuya inmensidad no cabe en los cielos, se encerró todo en el corazon de María, y fijó en él su trono. ¡Ah Virgen purísima! Haz que mi corazon respire en las regiones de la pureza, no en la fétida atmósfera del mundo corrompido, para que sea amargo y desagradable para mi alma todo lo que no respire amor de tu Hijo, pues quiero vivir con él ahora y por los siglos de los siglos. Amen. Oraciones y demás como el primer día. 1 Isai., cap. 14, v. 13.
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