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60 rededor nuestro las olas de la adversidad. Es el sol que nos alumbra y vivifica, desterrando de nosotros las ti. nieblas del pecado, y encendiendo el fuego del amor de Dios: y así como el sol sale indiferentemente para bue- nos y malos, así María, olvidándose de nuestras ingra- titudes, se deja ver propicia, amable, cariñosa, risueña y.pronta á socorrernos en todas nuestras necesidades 1. Fijemos en nuestros corazones estas verdades con- soladoras: pero no nos olvidemos de que tambien nues- tras almas son un cielo donde Dios habita, cuando es- tamos unidos con él por la fe, la esperanza, y la cari- dad. No nos dejemos alucinar con las falsas doctrinas de este siglo, que no predica sino máximas corruptoras, pretendiendo que reine en la sociedad cristiana un lujo desenfrenado, bajo del cual se encubren, como tras un manto de púrpura, las horrendas úlceras de la lujuria y del sensualismo, que destierran á Dios de los corazones, y los convierten en un infierno de pasiones y vicios hor- ribles. El Corazon de María es un cielo donde habita Dios: pero María se vestia con modestia y sin lujo, vivia pobremente, habitaba en una casa humilde. ¡Ah! ¿Quién no se avergúenza en el mundo hoy dia de imitar á la Madre de Dios? No nos avergoncemos nos- otros, prometiendo al Señor huir del fausto y lujo mun- danos, que no convienen á un discípulo de un Dios, pobre y mortificado en la naturaleza humana que tomó para salyarnos. £ Quemadmodum ille super bonos et malos indifferenter ori- tur, sic ipsa quoque preeterita non discurrit merita, sed omnibus se exorabilem ostendit. (Div. Bernard. de Verbis Apoc., c. 12.

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