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58 María tiene tanta intimidad de afecto, que se an el uno al otro y reciben mutuamente cuanto cada cual puede participar y recibir: María viste al Sol de justi- cia del velo de la humanidad, y este reviste á su Madre de la gloria de su majestad *. Hay además en este cielo animado á donde Dios vie- ne á vivir, una dicha que no le cupo al mismo empíreo; porque en este al principiar los tiempos se cometió un crimen de rebelion y apostasía, pretendiendo un ángel tomar asiento al lado del Altísimo ?. Mas en el Corazon de María no ha podido no solo cometerse, pero ni aun insinuarse la mas ligera falta, por haberlo ocupado todo desde el primer momento de su sér, la gracia del Espí- ritu Santo, haciéndolo impecable y cubriéndolo con su virtud, para que la serpiente antigua no pudiera impri- mir en él sus hálitos pestilentes. ¡Ah! sabia bien Sata- nás cuando cayó del cielo con gran ira, que le restaba poco tiempo en este mundo * para engañar á los hom- bres: y envidioso de que estos poseyeran la dicha, que él habia perdido para siempre, se insinuó en sus cora- zones y los corrompió, haciéndolos partícipes de su an- tiguo crímen y de su misma pena, y complaciéndose en Creer, que ni un solo hombre dejaba de quedar sugeto á su dominio por el pecado. Pero ¡ó dicha de la humani- dad! ¡O gloria imperecedera de María! Habia Dios pre- parado para sí un paraiso en el Corazon de esta Señora, en el cual no tuvo entrada el veneno del tentador +. y 1 Vestis eum substantia carnis, et vestiris ab eo gloria suz majestatis. (Div. Bernard. de 12 Stel., cap. 12. 2 Isai., cap. 14, v. 13, 3 Apoc., cap., 12, v. 12, *- Ad hunc paradisum serpens aditum non habuit. (Div. Da- mascen., Serm. 1 de Nativ. Virg.

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