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57 Infinita es, á no dudarlo, la diferencia de este cielo animado, del que se nos muestra siempre hermoso y sereno, adornado de mil y mil estrellas que anuncian el poder del Altísimo: y para comprenderlo basta saber, como la fe nos enseña, que aquel que es el sol de justi- cia, y puso en el firmamento el astro del dia, quiso se: engendrado en este cielo, para bañar desde él con su luz indeficiente á cuantos séres, hay en la naturaleza espi- ritual y racional t, sin que tenga ninguno fuerza ni vir- tud para esconderse de su presencia, ora pretenda en- cumbrarse sobre la bóveda del empíreo, ora descienda á la concavidad del infierno, ó bien se aleje á las extre- midades del mar, ó pretenda esconderse entre las den- sas tinieblas de la mas oscura noche ?. ¿Quién podrá definir la pulcritud de este cielo, cuando tan solo para esplicar la belleza exterior que forma su corona, es pre- ciso entendimiento mas que angélico? * Los objetos mas preciosos que resplandecen entre los espacios azulados, apenas sirven mas que para un ornato ligero de la que encierra dentro de sí el resplandor de la gloria del Pa- dre; el sol es su manto, la luna su peana y las estrellas su diadema, y lejos de adornar estas á la augusta fren- te, reciben con su contacto un resplandor, que antes no tuvieran: porque sale del rostro de María tanta gloria, que hace opaca á cualquiera belleza que se le acerque. ¡Ah! en este cielo animado no brilla mas que el que es el resplandor de la eterna luz, con quien el Corazon de 1 Colum istud longe divinius illo est; nam qui in illo condi- dit, ex hoc ipse justitiw sol oriturus est. (Div. Joann. Dam., Orat. 1 in Deipar. Nativit. 2 Psalm. 138, v. 7, 8 y 9. 3 Supra hominem est corone hujus rationem exponere. Div Bernard. de Verb. Apost., cap. 12.

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