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DIA VI. Ae Todo como el primer día. MEDITACION. El Corazon de María, cielo animado. De cuantos objetos se presentan á nuestra vista en la innumerable série de las criaturas, ninguno hay que esté tan separado de nosotros como el cielo. Solo él pue- de llamarse incorruptible, solo él tiene la suerle de sus- traerse á la influencia destructora del tiempo, como que él es aquella region elevada, cuyo ámbito son los espa- cios que ningun sér criado puede medir, y cuyo ornalo forman las estrellas que solo Dios puede contar y la- mar con su nombre 1: allí está Ja luna cuya naturaleza no es posible explorar, y allí el sol, al cual la vista hu- mana no puede mirar de hito en hito, sin quedar ofus- cada y oscurecida. No llegan á su altura los hálitos pes- tíferos del pecador, no lo ha contaminado aún la mas ligera mancha, no entrará en su recinto cosa alguna impura *, ó que cometa abominaciones, por haberlo Dios destinado para alcázar de su gloria ?. Nada de cuanto se objeta á nuestros sentidos en la tierra puede parangonarse en belleza y pureza con las cosas que exis- ten en aquellas regiones altísimas, siendo inmensa la o ——— 1. Psalm. 146, y. 4. 2 Apoc., cap. 21, v. 27 5 Psalm. 113, v. 16.

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