BCCPAM000524-1-33000000000000

4 ENE | 1 O 272 que han visto jamás los habitantes del cielo, y cuya ligera y remotísima sombra habia querido Dios delinear en la tierra. El verdadero Salomon se habia levantado para recibir con reverencia y amor ásu Madre, y al sen- tarla aquel junto á sí, le dijo esta que tenia que pedirle una gracia; y habiéndola contestado que pidiese , pues todo le sería concedido *, se acordó María de que tenia muchos hijos en la tierra, y de que habia engendrado á todo un pueblo, cuyo exterminio habia jurado el enemi- go: y mas sábia que Betsabé, y mas caritativa que Es- ter, ya que he hallado gracia en tus ojos, dijo entonces, y si te place, ó Hijo, concede la vida á mi pueblo, por quien intercedo ?. » ¡O Madre verdaderamente amorosa y tierna! ¡O hu- manidad verdaderamente feliz! María, en los momen- tos de sus triunfos y sus glorias, no piensa sino en el bien y la felicidad de los escogidos. Cuando se trata de los hombres, María no tiene en su Corazon mas que un sentimiento, y es el amor: pues por su amor aceptó el ser Madre del Redentor, por su amor fue á padecer un cruel martirio al Calvario, y en el cielo mismo quiere poseer la gloria que ha ganado, y el poder que su Hijo la ha dado, para mostrar con él el amor que nos tiene. ¡Qué sentimientos de gratitud y amor á la Virgen María no debe inspirar á nuestros corazones esta consi- deracion! Fué ella quien completó la economía de Dios en la reparticion de sus gracias, y puso la clave al edi- ficio de nuestra dicha; porque sentada ya al lado de su Hijo, nada se ha de negar á los desterrados, con tal que estos se dirijan á María, y ella lo pida. ¡Ah! Ella mues- tra al Hijo el pecho que lo amamantó: el Hijo enseña al Padre las llagas de las manos que recibió, y en se- 4 3. Reg. cap. 2. v. 20. 2 Esther. cap. 7. v. 3.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz