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270 Criador y á la criatura? ¿Quién podrá describir los aplausos, con que fué recibida en el cielo por tantos millones de hijos de Adan, que en él habia, y la debian su salvacion? ¿Quién , la presteza, con que todos los santos se apresuraron á salir á su encuentro, y el amor y reyerencia, con que fueron á poner á sus pies sus ce- tros y coronas, cuando vieron que la Virgen tomaba asiento en un trono, que se perdia entre los resplando- res del de su divino Hijo? Y si todo esto es inefable, ¿quién podrá saber ni decir, lo que pasó en el Corazon de la Virgen, cuando aquella alma santísima, bajada del cielo ya glorificada, entró á darle una animacion, tan nueva, y tan diferente de la que habia tenido en medio de las amarguras y angustias de la tierra? Los sentimientos que entonces tuviera aquel Cora- zon dulcísimo , son un arcano misterioso, conocido tan solo de la Madre y del Hijo: mas, aunque no los poda- mos conocer nosotros en toda su latitud, ni nos hable de ellos la Escritura ,-ó la tradicion , la razon ilustrada por la fe encuentra en la verdad de la naturaleza de las cosas cuáles fueron estos sentimientos *. Era María una Madre que se iba al cielo con su Hijo, Dios, triunfador, inmortal y glorioso; mas esta Madre tenia otros muchos hijos, que quedaban en la tierra, y eran hombres frági- les y miserables, de quienes se separaba , anhelando porque llegasen felizmente á la patria celestial, á donde ella se dirigia. ¡Ah! ¿Cuáles serian los sentimientos de su alma , al subir al trono del Hijo glorioso, dejando en el destierro á tantos desgraciados? Seguramente, las as- piraciones y afectos del Corazon de María fueron enton- 1 Quid de ejus Assumptione dicendum, ubi divina Seriptura nihil commemorat, nisi querendum ratione, quod conveniat ye- ritati? (Div. Aug, lib. de Assumpt.)

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