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256 mosura infinita, y quedó enamorada de ella, y la deseg poseer: vió que nada podia existir sin su voluntad,y re- conocida á sus favores, determinó glorificarle en todas sus acciones. Fueron por tanto los sentimientos del Corazon de María, al empezar á existir, sentimientos de humildad, comparando su pequeñez con la grandeza infinita de Dios: de gratitud, asombrándose de que este Dios se dignase amar su bajeza; de temor santo, adorando sus incomprensibles juicios; y de amistad sincera, determi- nando corresponder al amor divino con tanta eficacia, que se convirtiese todo su compuesto en un altar, don- de no hubiese sino fuego de amor, é incienso de oracion contínua. De este modo empezó á dar latidos aquel Co- razon, cuyos sentimientos de humildad y de pureza to- marian despues tan elevados incrementos, que harianá María digna entre todas las mugeres, de ser escogida para Madre del mismo Dios. Tambien empezaba enton- ces este Corazon á mostrar á cuantos quisiesen imitarlo, cuáles son los sentimientos que han de nutrir, si han de corresponder al amor infinito que Dios les tiene: y al mismo tiempo estrellaba la ominosa cerviz de la anti- gua serpiente, que arrojada de la mansion celestial, por haberse dado á sí misma la gloria que debia al Criador, engañó al hombre con sus fraudes, y le indujo á sacudir el suave yugo de la sumision al Cielo. Comparemos por un momento los pensamientos y afectos que abrigamos en nuestros corazones , con los del Corazon de María. ¡Oh Dios! ¡Qué avergonzados he- mos de quedar! El privilegio de conocer á Dios, desde el primer momento de su existencia, solo ha querido este Señor darlo á la que habia de ser su Madre: pero no nos ha negado á nosotros esta gracia, aunque haya venido mas tarde; y sin embargo, Dios es para nosotros
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