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255 cúanta injuria habia intentado hacerle el dragon infer- nal, separando de su amistad al primer hombre con toda su descendencia. ¡Ah! ¡Qué puro, qué ardiente, qué intenso fué este amor del Corazon de la Virgen, en el vrimer instante de su vida! La ciencia y sabiduría, que recibiera el primer hombre en el momento de su crea- cion, y las dotes sobrenaturales que lo embellecieron, eran una sombra, comparadas con las galas que Dios diera, á la que habia elegido para Hija, Madre y Espo- sa: y no bien comprendió ella en el primer momento de su sér, que habia salido de las manos de Dios, y que era deudora á su amor infinito de la existencia que te- nia, cuando le consagró esta misma existencia, no que- riendo pasar un solo momento, sin que su corazon fuese un holocausto de suavísimo olor, que ardiese en las aras del amor divino; y sin que se empleasen en su ser- vicio, cuantas gracias y dones habia recibido de su mano misericordiosísima. Conoció la Virgen en aquel primer instante de su vida cuán grande es Dios en su-sabiduría , cuán inmen- so é infinito en su sér, y cuán feliz en su naturaleza: y al ver que este Dios tan santo, tan bueno y tan dichoso en sí mismo, se dignaba amarla, descendió á un abismo de humildad tan profundo, que sobrepujó la misma nada: mas desde esta incalculable bajeza, en que ella se constituyó, dió un vuelo tan rápido y tan sublime, que excedió á los mas encumbrados Serafines, abrasándose aquel Corazon, todo entero , en el incendio mas intenso del amor de su Dios. ¡Ah! Vió María que Dios es un Pa- dre tierno, y lo amó; vió que es un Dios infinito, y lo adoró; vió que es un bienhechor generoso, y le dió afectuosas gracias; vió que es un juez justo, y lo temió; vió que la habia sacado de la nada sin mérito suyo, y juró observar sus preceptos: vió que era la her-
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