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245 de tantas grandezas sino una pura criatura? ¿Nó anhela el justo por ver aquella frente mas serena que el firma- mento, aquellos ojos que enamoraron al Esposo divino !, y son de misericordia para nosotros, por oir aquella voz dulce, y por besar aquellas manos que cuidaron de Dios siendo niño, y han dado á la humanidad todas las gra- cias, con que se ha salvado? ¿No suspira por ver las virtudes de aquel Corazon, donde la humildad superó á las excelencias , la pureza virginal atrajo la fecundidad divina, y del cual salió una resolucion afectuosa . hu- milde y tierna, que produjo mayores portentos, que la voz misma de Dios, cuando sacaba al mundo de la nada? ? ¡Ah! Dios, que mira las glorias de su Madre como las suyas, coronará la fe con que los hombres han creido los misterios de la Concepcion de María, y de su mater- nidad y virginidad: el amor con que la han venerado, haciéndoles ver intuitivamente, junto con su esencia divina, aquellas perfecciones de María, que , dejándola en el sér de criatura, la elevan á una gerarquía singular, entre Dios y los ángeles: aquellas virtudes tan elevadas, que superaron en el primer acto á cuantas tienen todos los serafines y santos juntos al concluir su carrera, y por fin, aquel conjunto de belleza corporal y espiritual, que hacen de María un mundo aparte, y una especie de monumento que Dios ha querido erigir á su propia omnipotencia, adornándolo con todas las riquezas, que pueden caber en una hechura de sus manos. ¡O Dios de bondad y de misericordia! Fué tan grande el amor que tuvo al hombre este Señor amabilísimo, que, viéndolo excluido por su culpa de los gozos del paraiso, deter- minó hacerse hombre él tambien, y tener una Madre, 1 Cant, Cantic. cap. 6. v. 4. 2 Luc. cap. 1. y. 38,

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