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241 peremos sin titubear, y las pidamos con humildad. En- tonces estemos seguros de que, aunque hubiéremos sido tan pecadores como el mismo Judas. hallaremos perdon y gracia en el Corazon de María, con tal que no lo imi- temos en aquel pecado horrendo de desconfiar de la mi- sericordia divina, y de despreciarla *. Modelemos por tanto nuestra devocion á la Virgen María, segun los dictámenes de nuestra santa fe, creyendo que por su intercesion nos hemos de salvar; pero no contentándo- nos con una fe inoperante, sino activa y eficaz, que de- muestre en nuestras operaciones , que somos verdade- ros hijos de María, adoptados por el Padre celestial en su propio Hijo, y engendrados para el cielo en el Cora- zon de su Madre. MÁXIMAS. Así como la flor del olivo es suavísima en su aroma, manifestando en esto que su fruto ha de producir ali- mento y luz, así el corazon de una madre no respira sino aromas de piedad. ¿Dónde se derramará el bálsa- mo, sin que se perciba su olor? ¿Dónde se manifestará el cariño maternal, sin que se sientan sus favores? Ma- ría es mas suave que la azucena en-su amor hácia sus hijos; pero, si estos quieren ser favorecidos por el olor de su cariño, han de ser fervientes en su amor. y hu- mildes en todas sus aspiraciones. ¡_E A ! Nullus est ita alienus á Deo, nisi omnino fuerit maledíc- tus, qui si me invocaverit, non revertatur ad Deum, et miseri- cordiam habeat. (S. Birgit. lib, 6. Revelat. cap. 1. 16
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