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227 les por la virginidad, y álos hombres por la fecundidad. Tú eres, Ó María, la que, con las rosas de tu pureza, destruyes las espinas del pecado. Eva con sus espinas nos dió la muerte; tú con tus rosas has mudado nuestra suerte. Bendígante, Señora, los ángeles y los hombres; alábente los cielos y la tierra, y sea yo uno de los que te bendigan en la tierra, por la vida de la gracia que nos viene por tu mano, para que en el cielo te vea cara á cara, y en tu compañía alabe á tu Hijo por los siglos de los siglos. Así sea. Oraciones y demás, como el primer dia. DIA XXIX. —a — Todo como el P “imer día. MEDITACION. Celo del Corazon de Maria por la gloria de su Hijo. De siglo en siglo, y de generacion en generacion, es- tuvo vigente en los santos patriarcas y profetas un de- seo ardiente y una expectacion piadosa del Redentor, que Dios habia prometido al hombre pecador: y fué ha- ciéndose-esta aspiracion mas grande y vehemente, á medida que el período de tiempo iba siendo mas prolon- gado; hasta que por fin, la descendencia de Adan tuvo una hija, en cuyo corazon creció tanto este deseo, que superó ella sola á cuantos habian tenido unánimemente Í y nl pi il ¡ ' Í ] o

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