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216 mento. Por eso sin duda el mismo Dios, que daba esta fortaleza á su Madre, quiso decirnos por sí mismo, que uando él moria por nuestro amor. María estaba en pié junto al suplicio *. Y en efecto, el único sér visible, que en el Calvario miraba á Jesus con entrañas de amor perfecto, era Ma- como Madre deseaba favorecer á su Hijo en sus tor- mentos y aliviarlo en sus dolores; y la esperanza que tenia en su Corazon de consolarlo, era lo que sostenia su vida, y la daba fuerza para combatir con la misma muerte. ¡Ah! Divino, á la par que heróico, era este de- seo: pero María no pudo verlo satisfecho , dando esto á su Corazon mas tormento, que los mismos suplicios de su Hijo. María va en pos de su Hijo al Calvario, para beber con él el cáliz de la pasion; porque el Eterno Pa- dre no queria, en cierto modo, salvar al hombre con solo la muerte de su Hijo; mas habia dispuesto entre- gar en manos de una muger el enemigo cruel de su pue- blo *. Va como la compañera del combate de Dios contra el demonio, y como la única que puede ayudarle en el negocio de la redencion ?. Si no puede morir, porque es su amor mas fuerte que la muerte, podrá á lo menos, segun se lo sugiere su tierno Corazon, ahorrar á su Hijo algunos de sus dolores. ¿Quién no ve en esto los últimos esfuerzos del amor maternal? María no ha podido librar úá su Hijo de la muerte: pero corre á su lado para hacér- t Joan. cap.-19. v. 25. 2 Nolebat Deus Pater, si liceat ita loqui,- solius Filii morte salvare genus humanum, et diabolum condemnare: sed dispo- suerat in manu femine tradere Sisaram. (Richard. á Sto. Laurent. lib. 2 de Laudib. Virg. 3 Sola salutaris passionis socia. (Div. Georg. Nicomed. Ora= tione 8.?

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