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ca ue 192 todos saben que tiene todas esas gracias, es él el unico que las ignora. Otro tanto acaecia á la Virgen en su trato con los hombres: comprendian estos que era la Madre de aquel Jesus, que atraia á sí toda la tierra: hubo quien aclamó feliz su vientre, porque lo lleyó, y dichosos:sus pechos, porque la amamantaron *: mas ella se conducia, como si ignorase su dignidad. Era en- tre tanto su ignorancia, la que inspira la modestia; pues cuando alguno descubrió en presencia suya sus grande- zas, no las"negó, sino que, humilde y silenciosa, dió 4 Dios toda la gloria, no dejando para sí, mas que la con- fesion de su bajeza ?. Eran estos, por decirlo así, los lances ordinarios de la vida de la Vírgen, en los cuales se condujo de una manera, que llena de asombro; porque , lo que es para María el primer paso en la santidad, excede con mucho al último que dieran los mismos serafines. Pero, ¿cómo apellidaremos la modestia de su Corazon en las ocur- rencias extraordinarias? ¿Cómo calificaremos su silen- cio en aquellos dias, en que su virginal esposo la veia grávida, sin saber cómo, pues ignoraba lo que Dios ha- bia obrado en su esposa? Era el misterio de la Encarna- cion el compendio de las obras de la Ormnipotencia di- vina, y la manifestacion del amor infinito de Dios: era José entré los hombres aquel, que con mas ardor desea- ba que las nubes lloyiesen al Justo, y la tierra produje- se al Salvador: cuando oraba solo, se lo pedia al cielo con suspiros; y cuando unia sus oraciones con las de su esposa santísima, era esta la plegaria que, saliendo de sus corazones como de un santuario, subia al cielo. ¿Habia cosa mas natural que tratar de este gran miste- rio con aquel, que el cielo habia elegido para testigo de 1 Luc, cap. 11. y. 27. 2 Luc. cap. 1. v. 48. 49.

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