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A A | SN 186 tiempo hemos de admirarnos mas, sabiendo. COMO sa- bemos por el Evangelio, que María añade á su grado ya sublime de mansedumbre otro mayor , conservando un silencio profundo al oir estos juicios tan erróneos, que los hombres propalaban de su Hijo y de ella, no inmu- tándose por estas injurias, antes gozándose en su Cora- zon por ser la compañera de su Hijo en la pobreza, y en el desprecio que á los dos acarreaba el bajo concepto, que á causa de ella habia formado de aquel la gente *. Pero, ¿qué lengua humana ó angélica podrá explicar la mansedumbre del Corazon de María, cuando vió pa- decer y morir á su Hijo sacratísimo? Ve ella con sus propios ojos cómo este cae por tierra con la cruz , cómo lo arrastran sin piedad, cómo lo desnudan sin pudor, cómo lo arrojan por el suelo sin compasion , cómo lo clavan con crueldad, y cómo lo insultan sin remordi- miento: y no es solo Jesus quien es ajusticiado, denos- tado y muerlo, sino que el Corazon de María lo acom- paña , y él tambien es precipitado por tierra, él es cla- vado, él es escarnecido, y con todo, nada dice María; ni se queja del cielo, que exige una satisfaccion tan terri- ble por los pecados ajenos, ni mira con aversion á los hombres, que se han vuelto contra su Hijo y contra ella mas crueles que las fieras *. ¡O Corazon mansísimo, á quien no conturban las palabras injuriosas, ni conmue- ve el daño de los bienes terrenos, ni lo abaten las heri- das mortales que recibe! Empero, contemplemos por unos instantes los faus- l. Mansuetissima fuit, dum propter ipsam Filius ejus vili- penderetur. (Id. ib. cap. 4. 2 Fuit sine querelis, sine murmuratione, sine ullo vindicte sensu in eos, qui Filium adeo crudeliter tractabant. (Div. An= ton. part..4. tít. 15, cap. 41.
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