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179 que predestinó á su propio Hijo, que fué á padecer y morir. Bajo este punto de vista hemos de considerar aten- tamente los padecimientos y dolores del Corazon de Ma- ría; quien no solo sufrió con sumision y alegría, lo que Dios dispuso que sufriese en compañía de su Hijo, sino que estaba además dispuesta á padecer mucho mas por amor del Señor y nuestro; y esto es precisamente , lo que constituye el espíritu de sacrificio, con que nos ponemos totalmente en manos de Dios. Si nos reserva= mos alguna parte de esta víctima, ya no puede ser acep- to al Señor el sacrificio, porque no es completo, María Santísima estaba tan sacrificada al amor divino, que con la misma alegría de espíritu, con que entonó el cán- tico de alabanzas á Dios , al oir sus elogios por haber sido elevada á ser su Madre, lo hubiera cantado en la cima del Calvario, cuando compartia con su Hijo los lu- dibrios y las amarguras: venian sobre ella golpes y mas golpes de dolor, y ni uno solo la heria, sin que dijese siempre á Dios, que su corazon estaba pronto á recibir mas *. Bramaba la tempestad con furia, sin que los hom- bres cesasen de ultrajar á su Hijo, ni el cielo destilase sobre Él y sobre su Madre una gota de rocío, y del Co- razon de María no salia mas voz que la de la conformi- dad diciendo: Sea así, ó Dios mio, porque así fué de tu agrado ?. De este modo ardía esta víctima gratísima á los ojos de Dios, subiendo el suavísimo olor del sacrificio en union del de su Hijo á la presencia del Padre , y pidién- 1 Paratum cor meum,, Deus, paratum cor meum. (Psalm. 56. v. 8.) 2 Ita Pater, quoniam sic fuit placitum ante te. (Matth. cap. 11. v. 26.)
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