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A Pa o Ñ j Ñ Ñ Ñl 176 los trabajos que la acompañaron; pero si avivamos nuestra fe, veremos que al ser investida María con tan sublime dignidad , veia la copa de amargura que el mis. mo, que tanto la enaltecia, la presentaba, no rehu- yendo ella de aceptarla; antes al contrario, la tomó con presteza y alegría, y la aplicó á sus labios, para apu- rarla hasta las heces, como lo hacia su Hijo. Y bien pudiera haber acaecido que, desde que lo concibió hasta que lo dió á luz, Dios no hubiera manifestado con toda extension todas las circunstancias que habia de tener el sacrificio sangriento, que aquel ofreceria al fin de su vida; pero, á los pocos dias de haber nacido, no solo fué instruida en lo que sucedería á su Hijo, sino tambien supo que las angustias, como espada cruel, atravesa- rian su Corazon *. Desde entonces, si vamos á buscar en esta Vírgen el Corazon de Madre, apenas hallamos sino espinas, clavos, hiel y vinagre, tormentos y cruz; el corazon de amor se ha convertido en corazon de dolor ?. Era el Corazon de María de una sensibilidad infini- tamente mas exquisita y fina, que la de todas las cria- turas racionales, sin dejar de ser esta sensibilidad se- mejante á la nuestra: y así como nosotros , al dar una mirada al objeto amado que poseemos, y que sabemos infaliblemente que lo hemos de perder, apenas podemos gozar del bien presente, por acibarar nuestro animo el mal futuro: del mismo modo, el Corazon de la Vírgen. apenas podia entregarse á las dulzuras del amor de su Hijo., porque tenia atravesada la espada de la muerte de este mismo Hijo, y era su estado como el de una víctima, á la cual se la introduce un cuchillo sutil, para Luc. cap. 2. v. 35. Div. Bonavent. de Planct. Virgin. cap. 4.

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