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163 aquella Vírgen, ni mucho menos supo despues el gran portento que Dios habia obrado en su seno castísimo, no habiéndosele revelado, hasta que no ejercitó en el grado mas heróico y sublime las virtudes de fe, esperan- za y caridad, de justicia, de - fortaleza y de prudencia. Mas, hasta que no llegó á esta cumbre, donde solo ha podido tocar el casto esposo, ¿qué angustias no lo de- yoraron, al contemplar grávida á una vírgen sin concur- so humano, al ver en preñez á una esposa sin participa- cion de su esposo, al leer las prescripciones de la ley, que mandaba al marido delatar á su muger fecundada sin su conocimiento, y al prescribirle su conciencia, que aquel caso no entraba en la ley, porque sabia infa- liblemente, que María era mas pura que los ángeles? Sabedora María de estas amarguras del corazon de su esposo; testigo ocular de su solicitud en Belén, para procurarla alivio en su pobreza y desámparo; amparada ella y su Hijo en una fuga pronta, para salvar al niño Dios: consolada por él en las soledades de la Palestina y en los arenales del Egipto: alimentada con su sudor en paises extraños y en su suelo natal, y protegida por su presencia contra las pesquisas de un pueblo.suspicaz y de corazon duro, ¿cómo no habia de amar á José? ¡Ah! Lo amaba como al que, mejor que todos los espo- sos, vivia unido con ella por los lazos indisolubles del amor conyugal, á la vez que virginal; lo amaba como al que habia extendido sobre ella su manto patriarcal, para que, como el velo del santuario, cubriese el arca santa, el propiciatorio y al Santo de los santos que ha= bitaba en ella ; lo amaba como á aquel, queen presen- cia de la ley, y en el concepto del pueblo, era reputado por el padre legítimo" del Hijo de Dios humanado, y ha- bia cumplido en realidad con todos los oficios de la pu- ternidad hácia el que no tiene otro padre, sino el que oratorio Sl O sl em E a LI a Pt A a ERA np | 3 MN |

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