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162 al Espíritu Santo, jurando á Dios y á su esposa , que mutuamente se conservarian esta fidelidad virginal, y entregándola todos los afectos de su corazon , para que ella los elevase cada dia al acatamiento divino *. Virgi- nal, humilde, manso, pacífico y afectuoso , como era San José, ¿cómo no lo amaría aquella, qne era toda hu- mildad, virginidad, mansedumbre y caridad? Azucena de pureza, que queria unirse en virginal consorcio con la que prefería la virginidad sin mancilla á todas las coronas é imperios de la tierra, ¿cómo no habia de robar el Corazon de María, que se encontraba sola y sin com- pañero en el voto de virginidad, y hallaba en José uno, y podia decir al esposo celestial, que bajase á su vergel. y se apacentase entre azucenas y cogiese lirios , pues empezaban ya á multiplicarse? * No fué solamente la igualdad de sentimientos y la semejanza de vida, lo que movió el Corazon de María á tener un amor tierno y afectuoso á su casto esposo, sino tambien la gratitud á tantos servicios, como este la prestara: el agradecimiento á la humildad y paciencia. con que sufriera por ella las amarguras mas crueles en su alma, y la dulzura y amabilidad con que la aliviara en las tribulaciones, que fueron inseparables de la ma- ternidad divina, apenas apareció entre los hombres el Hijo de Dios. ¡Ah! ¡Cuánto no debe la Madre de Dios al casto José! ¡En qué angustias no se vió él sumergido, por haberse constituido protector de su virginal pureza! ¡Por qué trances tan difíciles y peligrosos no pasó, en treinta años que estuyo con ella! Cuando María se des- posó con San José, sabia muy bien cuál era el tesoro que Dios la deparaba; pero José ignoraba cuánto valia 1 Cornel. á Lap. Comment. in Luc. cap. 1. v. 34. 2 Cant. 6. v. 1.
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