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Il a a E REE 1 ni 158 amor del Corazon de María que los ha producido. es un arcano, aun para los ángeles. Comparemos, entre tanto, nuestra conducta hácia el esposo de las almas con la del Corazon de María, y conoceremos cuál es la causa de nuestra frialdad en el amor de Dios. María, despues de haber recibido en su alma al Espíritu Santo, no solo le fué fidelísima en su ternura, sino activísima en cooperar á estrechar mas y mas entre ella y su amado los lazos de amor. Mas nOS- otros hemos vivido siempre en una triste alternativa. dividiendo nuestro corazon entre Dios, á quien creemos (que amamos, aunque no guardamos sus mandamientos, y entre el mundo, cuyas vanidades nos deleitan. ¡Ah! En esta alternativa no podemos llegar á la hora de nues- tra muerte, sin aventurar aquella inefable union con Dios , á que hemos sido predestinados en la sangre del Cordero inmaculado, y cuya prenda hemos tenido en e] bautismo. Decidámonos, por tanto, á romper de una vez con el amor del mundo, y ser fieles y operosos en el que debemos al esposo celestial. MÁXIMAS. Es el Espíritu Santo fuente de aguas vivas, fuego, caridad. Si alguno lo tiene, necesariamente ha de estar limpio de toda mancha y encendido en amor divino. ¿Podrá haber en el Corazon, donde habita el Espíritu Santo, la escoria de los afectos terrenos, y la herrumbre del amor del mundo? No; porque Dios es un fuego santo, que consume y devora cuanto no sea conforme á su san- tidad infinita *. 1 Deuteronom. cap. 4, y. 24.

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