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y 142 de afectos entre el Padre Eterno y la Madre de su Hijo único, nuestros entendimientos se abisman y anona- dan. Vemos en la tierra que el buen padre vive en e corazon de su hija, y que esta no tiene mas pensamiento que el honor y agrado de su padre: aquel se complace en ver copiada su vida y sus virtudes en esta, mientrás la hija está pendiente de sus miradas, para adiyi- nar los deseos de su corazon y complacerlos en el acto, Ahora pues; María es la Hija única del Eterno Padre; El se complace en verla fundada en la humildad, hér- mosa en la virginidad y abrasada en caridad; y ella no separa de él las pupilas de su alma, conociéndolo y amándolo mas que todas las criaturas juntas *, y no te- niendo mas pensamiento que su honor y su gloria. Así es que desde que concibió en sus entrañas al Verbo Di- vino hecho hombre, podemos decir que María entró á ser como una hija de familia en la casa de Dios, y que en todas las operaciones externas de la Divinidad era todo comun entre el Padre y la Fija; porque son unos mismos los intereses y unas mismas las intenciones. María quiere tambien que el Hijo de Dios sea Hijo suyo, que tome en ella un cuerpo, que pase una vida de persecuciones y que expíe los pecados del mundo, sacrificando su vida y derramando su sangre. ¡Oh por- tento! En la escala del amor al Eterno Padre, despues del que le tiene su Hijo natural humanado, que es un amor infinito, entra el de la que concibe y engendra á este mismo Hijo, sin que puedan entrar á formar cade- na de contacto con ella ni los mismos serafines; porque el Corazon de María es un volcan, cuyas llamas tocan 1 Persona gloriosissime Virginis in cognoscendo et diligendo, omnem creatarum personarum communitatem ineffabiliter ex- cessit. (D. Bonav. in Spec. lect, 3.
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