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134 en sus entrañas virginales al Hijo de Dios, va á congra- talarse con una pariente suya , porque el cielo ha qui- tado á esta el oprobio de la esterilidad, y, siendo ancia- na, la ha dado un hijo *: y son tan estupendos los pro- digios que se verifican en ella, y en el hijo que tiene en su vientre, apenas la Vírgen ha abierto sus labios para saludarla , que aquella no puede contenerse, y en alta voz proclama, que no merece ella que la Madre de Dios entre en su casa, y que es María bendita entre todas las mugeres. Y hé aquí que María, que habia entrado en apariencias abyectas, es proclamada Madre del Mesías, reina del mundo, y la mas feliz de todas las mujeres. ¿Qué responderán sus virginales labios , al ver preconi- ? ¡Ah! María se halla siempre en la nada de su humildad; y si alguno la recuerda sus propias grandezas, al punto se eleva al principio de ellas. Oigámosla, como manejando, con mas primor que su padre David, el arpa de los cánticos sagrados, entona uno que dice el solo, cuanto su gran padre ha anuncia- do en ciento cincuenta salmos. «Dios, dice María, es y »será engrandecido por mí; y mi espíritu se alegra en zadas sus excelencias »Él, que es mi Salvador; porque miró la bajeza de su »esclaya; pues ya desde ahora me dirán bienayenturada »todas las generaciones; porque ha hecho cosas grandes »en mí el que es poderoso, y su nombre es santo.» ? Así responde María, sin que su lengua pueda decir otra cosa, porque es esto lo que encierra en su corazon. ¡O abismo de humildad! ¿De dónde te viene esta hu- mildad, podíamos preguntar al Corazon de María? Eres el corazon de la hija del Padre, de la Madre del Hijo, de la Esposa del Espíritu Santo, ¿y no sabes hablar de ti. sino llamándote esclava, abyecta y baja? ¡Ah! Escuche- 1-Luc. cap. 1. y. 13. 2 Luc. cap. 1. v. 46. 47.
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