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126 á la vergíenza y á la vindicta inexorable de un pueblo de corazon duro,á una jóven, verdaderamente santa,mo- desta, pura, recatada é inocente en sus obras, palabras y pensamientos. Inspirado este varon justo por los sen= timientos de su justicia, y viendo que no podia tarda; el momento del alumbramiento de su esposa, determi- na abandonarla, condenándose á sí mismo á no ver mas á aquella criatura angelical, de que el cielo le habia he- cho regalo, y á ser tenido por esposo cruel, por padre sin entrañas y por hombre perjuro y malvado, que no habia sabido apreciar á la jóyen mas casta y mas her- miosa de todo Israel, y á la hija mas noble de la sangre de David !. Veía tambien todo esto la castísima María y lo sen- tia en su Corazon, no ocultándosela la tempestad del de su esposo. ¡Ah, Señor! podia decir esta alma generosa. hablando c n Dios. ¡Pues qué! ¿No podíais haber orde- nado á Gabriel que, despues de haber yo pronunciado mi consentimiento á ser Madre vuestra, fuese á anun- ciárselo á mi esposo, para librarlo á él de tantas angus- tias, y á mí de las amarguras, que me causa su dolor? Aún podia hacer mas descubriendo á José el gran mis- terio, pues una palabra de sus lábios parece que habria vuelto la paz al corazon atribulado. Pero, la verdadera resignacion es humilde y prudente. ¿Cómo María, que se creía la mas baja de todas las criaturas, se hubiera atrevido á decir al Señor, que es sapientísimo, lo que podia haber hecho, para llevar las cosas á su fin? ¿Cómo ella, que sabia que se ha de tener oculto el secreto del rey ”, se hubiera decidido á manifestar, lo que Dios no la habia ordenado que dijera, aunque la costara la fama 1 Matth. cap. 1. y. 19. 2 Tobiw cap. 12. v. 7.
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