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124 el Señor, á quien ha consagrado su virginidad, la pro- porcionara un esposo, que sea su companero en sus re- soluciones, y el testigo de su candor é inocencia. ¡Qué nubarrones tan negros asaltan al corazon humano en semejante conflicto! ¡Qué tempestad tan desencadena- da lo combate! ¡Cómo! dice entonces la razon altiva. ¿Han de quitar los hombres á Dios lo que es suyo? Se ha de dar á un hombre mortal la mano, cuando se h escogido por esposo al Rey de los cielos? Todo esto hu- biera dicho la razon humana, y si se hubiese seguido el dictamen de este raciocinio, se habria ido precisamente contra los designios de Dios. Pero el Corazon de María, resignado á los mandatos de la autoridad constituida por el cielo, prefiere los dictámenes de esta, aunque pa- recen contrarios á los suyos propios, á cuanto la sugie- ra su almá inmaculada: y llena de esta fe, obedece á las disposiciones de esta ley, dejando á Dios el cuidado de conservarla intacta é incorrupta, como ella se lo ha prometido. No es esta resignacion del Corazon de María,mas que el preludio de un tejido de innumerables contrarieda- des, por las cuales ha de pasar: pues si bien el Señor satisface ámpliamente los deseos de la Vírgen, dándola el esposo digno de ella, que la tenia preparado en su sa- biduría infinita, al poco la entrega á la prueba mas du- ra, por la cual haya pasado jamás una esposa, llena de amor y cariño hácia el compañero de su peregrinacion. Viene en efecto á María un embajador del cielo, y des- pues de mediar entre ella y el ángel aquel razonamien- bo, en que la Reina de las Vírgenes declara al ciudadano del cielo el yoto de virginidad perpétua, que habia ma- nifestado poco antes á la legítima potestad sagrada de la tierra, y habiéndosela asegurado que será siempre Virgen, concibe en su purísimo vientre por obra del Es-
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