BCCPAM000523-3-11p06d00000000

• ,. '1 ' -40- «Sin la. humildad - se lee en la Florecillas- ninguna virtud es acepta a Dios». En el. Evangelio, la mis~a limosna del fari~eo no es grata a Dios poique no se da con humildad. Por el contrario, la hu– mildad- e? la guarda y adorno de todas las virtudes. ¡Haceos como pequeñuelos!. .. , dijo el Divino Maestro. · 1 Pequeñuelo era y se llamaba Sa11: Francisco, el h~milde siervo del Señor. Humitde .en el hábito, más humilde en l0s sentidos, humil– dísimo en el concepto de sí propio o personal voluntad cuya renuncia preceptuaba en la 'Regla al decir que hay qué vivir «sin propio». Y a tanto llegó su humildad, que su biógrafo Celano, fraile de los pri– meros, escribe_: «Este favorito de Dios no se conocía ser e,l Supario¡, sino por esta hermosísima perla, pues había llegado a ser el mínimo entre los Menores. Sólo esta virtud, sólo este título, sólo este distin– tivo .indicaba que era el Ministro General». Toda la vida del Santo es un ejemploº de humildad que llegando a las almas abatía el orgullo con más é:idto que las predicaciones. Elegiremos dos: Ser Ministro General de_una Orde.p. puede ser cargo envidiable; pues bien, el Poverello renunció en vida a él a favor de Fray Pedro Catanio, y aún hizo más, pidió que le nombrasen un Guar– dián a quien en todo momento tuviese que obedecer. ¡Qué le im– portaba a él el cargo si juzgaba que «cuanto es cada uno a los, ojos de Dios tanto es y no más»! Estando una vez San Francisco, en el principio de la Orden, -con Fray León en un convento donde no había libros para rezar el Oficio divine, cuando llegó la hora de Maitines dijo San Francisco a Fray León: «Carísimo, no tenémos ·Breviario con que podamos decir los Maitines, pero a fin de que no pasemos el .tiempo sin alabar a Dios, yo diré y tu· responderás lo que te proponga, y cuida de que no su– fran alteración las palabras de coino yo te las enseñe». San Francisco había de reprocharse grandes males y pecados, y Fray León había de censurárselos y recordarle los castigbs a que era acreedor. Mas cuantas veces tuvo que reprochar Fray León, prorrumpió en alaban– zas de su compañero. De lo que San Francisco se maravilló mucho y dijo a Fray León: «Te ruego encarecidamente que por esta ve.z contestes como yo te diga». Fray León replicó: «Dí lo que te plazca en nombre de Dios, que yo te aseguro que esta 'vez responderé cómo tu quieras». San Francisco dijo: «¡Oh miserable Fray Francisco! ¿Crees tú que Dios tendrá misericordia de tí?». Fráy León contestó: "Antes recibirás de Dios innum~rables gracias, y serás ensalzado y glorificado en la eternidad, porque el que se humilla será ensalzado; Y Y9 no puedo decir otra co~a porque Dios habla por mi boca».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz