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....,... -37- dµlce lengua francesa del Gay-Saber. Y cuando tinos bandoleros le preguntan· qµien , es, contesta: «Soy el heraldo del gran Rey». Su entusiasmo y fervor contagia y pronto se le une Bernardo de Quin– taval, un Caballero de la Nobleza ·de Asís. Juntos van a la Iglesia de Santa María a buscar en Dios consejo de lo que han de hacer y lo solicitan abriendo por tres· veces el Evangelio, al azar. La primera vez apar:eé:ió este pasaje: «Si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes y dalo a les pobres;· ven y sígueme». La segunda tropezaron con aquella sentencia: «Nada toméis para el camino». La tercera, el texto fué este: « Todo el que quiera venir en pos de mí, niéguese a si mismo, lome su cruz y sígame». Entonces San Francisco exclamó: «Esta es nuestra llegla y nuestra vida y la de todos aquellos que quieran unirse a nosotros. Vé, pues, si quieres ser perfecto, y pon en ejecución lo que has oído». Y Bernardo de Quintaval, con sentillez que se había de hacer franciscana, repartió entre los pobres sus cuantiosos bienes. \ Ese mismo desprendimiento les había de ganar un nuevo com– pañero, Silvestre. Después vendría:q otros: Fray León, «ovejuela»; Fra.y Junípero, «El enebro»; Fray Juan, «El Simple. .. » Y cuando Francisco cuenta ocho discípulos, no los retiene para evangelizar Asís, ni tan siquiera Italia, sino que en un afán universal los manda ·a evangelizar el Mundo, nada menos. • Inocencio III, al aprobar los propósitos de Francisco, da existen– cia a la nueva Orden. La ley fundamental de ésta es la vuelta a la completa y perfecta observaneia del Evangelio.· El Fundador había de decir: <La vida y Regla de los Frailes Menores es ésta, conviene a saber, guardar el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo». Este era el camino señalado para atraer a aquellos fíeles que vivían como infieles. Celano, el biógrafo del Santo, dice: • ... había envuelto a casi todos un olvido tan profundo de Dios y una indiferencia tan grande para con los divinos Mandamientos, que apenas toleraban el ser sacados de sus antiguos e inveterados vicios». Y a eso precisa– mente vino San Francisco. Como escribe San Buenaventura cfué des– tinado por Dios, a imitación del Precursor - recordad que también él se llamó Juari- para que preparase en el desierto de e~te mundo los caminos de la más alta pobreza y predicase penitencia, no sólo con la palabra sino también con el ejemplo». En resumen, el Pobr~ cito de Asís venía a transformar el mundo; y hagamos memoria de aquellas palabras del gran Aparisi y Guijarro: «Jesucristo para trans– formar el mundo estableció' dos leyes: la humildad, ley del espíritu; la caridad, ley del corazón». (Meditación 3.ª de sus Obras completas, tomo 1. 0 , página 88). LI

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