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-34- 0rclenes y salieran al paso de las necesidades espirituales de su tiempo. , • . . . . , . Ya hemos visto como hasta ahora los rehg1osos hac1an vida Mo– nástica y cómo era ésta príncipal~ente conte:r~plat~va. ~reguntaba un día el abacj. Marcb al ábad Arsemo: «¿Por-que razon huts de nu~s,– tra compañía? Sabe Dios muy bien que os amo de veras, respond10 el interpelado, pero me es de todo punto imposible vivir a la vez con Dios y con los hombres». 1 • • La aparición de las Ordenes Mendicantes supone un cambio radical en la interpretación de la vida religiosa. Los «frailes»-co– rrupción de la voz latina «fraires»- combinaron la vida activa con la contemplativa, dedicándose a ambas por mitad; fueron, valga- la frase, Marta y María. Este camino fué el que siguió el Fundador de los franciscanos; no obstante, antes de iniciarlo tuvo sus dudas Y ésta$ persistieron aún cuando tenía discípulos, y para aclararlas empleó San Francisco un medio Divino. Estaba Fray Silve:;tre, un frailecico Mer,or, retirado en la soledad de un monte en el que se dedicaba a la Oración, y allí recibió el encargo de su Padre de ~ue pidiese luces a Dios sobre la vida que sus Siervos Menores hab1an de seguir, si la contemplativa o la activa cerca de las gentes. Hecha Oración, Dios dijo a fray Silvestre, refiriéndose a Francisco: «No lo llamé a este estado solamente para sí, sino para que haga fruto en ,las almas y se sab,en muchos por él». Con ~sta revelación quedó señalada la labor misionera de la naciente Orden. Así, en una oca– sión, cuando al Fundador Francisco le propusieron la refundición de ~u ,~rden con _otras Monásticas, conte~tó: «No quier6 que me nom– bre1s otra Regla, sea la de San Agustm o San Bernardo, ni que me propongáis un camino y método de vida distintos de lós que el Señor en su Misericordia me ha mostrado y concedido». Queda, por tanto, bien claro el cambio que ~upone en la inter– preta•ción de la vida religiosa la aparición de las dos nuevas Ordenes, Y así había de ser ya que empleaban medios distintos: Las Monásti– cas, hablando en términos generales, iban a la salvación individual, Y_ a la salvación colectiva conseguida mediante la Oración y peniten– cia de los Monjes; las de Frailes, sin desclJÍdar la Oración y la Pe– nitencia, pretendían asegurar su propia salvación consiguiendo la de sus hermanos que vivían en el mundo. San Bernardo amaba la delicia de los valles y en uno claro tuvo su cenobio -Clara-Val-; San Benito gustaba de la soledad agreste de los montes y en ella edificaba. con su vida; San Francisco y Santo Domingo vivirían en los poblados, entre los hombres.
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