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-33- a la primitiya austeridad y ésta la hace San 'Bernardo, el abad de Claraval, que instaura la reforma cister~ense: «Es preciso no tener tantos bienes materiales, tantas tierras, tantos vasallos, reduzcamos nuestra vida' a medios más pequeños,,, Siglo XII en que íos Monas– terios cono.cen su apogeo. Allí los monjes ·hacen Oración, rezan en común sus horas, y distribuyen el resto de su día entre el miniado • de viejos cronicones, labores de copistas, iniciativas agrícolas • y la protección. de las artes. ¿ Y entretanto, cómo transcurre la vida de la Sociedad? . Dice el P. Hilar.ino de Lucerna: «Dj,nerq y riquezas eran el Santo y Seña de todo e,I mundp en el Siglo XII y a principios del XIII. Verdad es que . las Cruzadas despertaron el amor a la vida pobre del Divino Salvador; pero también dieron a conocer en Occidente la liviandad y las ·riquezas del Oriente y ooasiqnaron un ansia de te– soros y goces, desconocidos hasta entonces. Por desgracia también el Clero se hallaba atacado de este cáncer». · En el año 120'0, In0c;:encio III lanza tremendos reproches contra los Clérigos de toda la provincia de Narbona. Ya antes, los Papas, desde Gregario VII (1073) habían combatido enérgicamente el recurso de allegar ingresos por el triste medio de la simonía, sin. embargo esa horrible llaga seguía abierta en el Cuerpo de la Iglesia; nada pudieron las constantes medidas de dulzura y de rigor tol!ladas para hacer desapa'recer el vicio. De esta manera el Clero secular y los religiosos fueron perdiendo todo influjo sobre el pueblo. Abandonado de sus pastores, éste olvidaba la religión y sus deberes· y había embrutecido su vida; al amor sustituía la envidia, a la caridad la avaricia,. al bien del alma el regodeo del cuerpo. Conio consecuencia de foda esta relajación, vinie•rón la quiebra moral en las, costumbres y la quiebra dogmática en las herejías. Dios suscita dos santos Todo parecía llegar a su fin, pero no fué así. Se cuenta que Santo Domingo y San Francisco de Asís, estando ·en RoméJ,, tuvieron por separado una visión: Jesucristo sentado en Trono ·de Juez, em– puñaba tres lanzas en actitud de arrojarlas sobre el mundo. María Santísima intercedía y presentaba como garantía de la conversión mundial dos hombres : Santo Domingo y San Francisco. De ellos ha dicho el inglés Chesterton que fueron los «grandes hermanos mellizos». Lo cierto ·es que Dios en cada época suscita sus hombres, y en ésta de desorden moral y perturbación dogmática suscitó a San Francisco y Santo Domingo para que fundasen ~os 3

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