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' -2.8- . . admini~tradores aún de aquellas riquezas que nos. han sido dadas por el Padre eomún que está en los cielos. Y no solo el afán de riqueza; igualmente, el afán de mando... ·el afán de honores... el afán de poder ... 2. 0 Mansedumbre.- Esto es aún más difícil. ¡Quién como yo! es el grito que se escapa de multitud de gentes; a V'ecés, pese al em- ; peño de mantener oculta la soberbia bajo la c;apa de una falsa hu– mildad. Muy difícil, pues incluso en casos de, sincero empeño en caminar en pos de Ía virtud es este el ' último reducto en que el de– monio se atrinchera para susurrarnos al oído, a la -vez ,que nos mues– tra la progresos que en otros campos pudimos hacer: ¡Qué bueno soy! 3. 0 Y sobre todo, caridad.- Caridad, que no es limosna, según se desprende bien claro de lo dicho, sino amor. Recordemos el texto de San Pablo: «Aunque yo distribuyese todos mis bienes a los pobres... » Aún más. «Aunqué entregar.a mi cuerpo a las llamas, si la caridad me falta, todo lo dicho no me sir- ve de nada>. · 1 ¡Cuántos casos de limosna que no entrañan cariq.ad y de cari- . dad sin que exista materialmente limosna! Respecto a lo primero, muchos ejemplos podría yo iitar de li– mosnas hipócritas dadas solo por bien parecer, e incluso de limosna que humilla a aquél que la recibe 1 y explica reacciones que pueden parecer extrañas o ·muestra patente de ingratitud, cuando no son sino eso: reacci6n de un corazón que no 6.e intentó ganar y en el que lo único que se consiguió fué -que ferment,ara en él el odio al , rico al contacto con la nueva ostentación en que fué envuelta la limosna. Respecto a lo segundo, un solo ejemplo he de citar: el de un caso que ha tiempo leí, pero que estoy seguro de que s~ ha repe– tido muchas veces. Es el de aquel Señor- que, al no hallar en sus bolsillos moneda que dar al pobre que le pedía una limosna, le dijo: - Perdone, Señor, pero no llevo nada. - No se preocupe - le contestó el pobre- ya me ha dado bastante Y ante el gesto de extrañeza del otro, agregó: - Me ha llamado Señor... ¿Comprendeis? Viv~mos hoy una gran ficcíón, y es la de creer que vivimos en u~ sociedad cristiana ... Pero ¿cuál es la señal del cristiano? El cate– cismo que yo estudié decía: La interior es la caridad; la exterior, la Santa C1uz, Además, lo dijo bien claro Nuestro Señor Jesucristo: En

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