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-27- /· un remanso de paz, no del todo merecida por muchos que no han sabido hacerse dignos de los que nos la ganaron con su sacrificio y con su sangre. Y aún así... Hay en la cuestión social ansias legítimas de justicia que mere– cen ser atendidas y reivindicadas, pero también hay pretensiones que es imposible satisfacer, y para que la paz venga es necesario, por lG que a estas pretensiones se refiere, que sus pretensores re– nuncien a ellas, pero antes y por que se refiere a lo primero, que · esas ansias legítimas de justicia sean satisfechas. . Y hoy no se cumple con ello; no se cumple siempre con lo que la justicia exige. ·\ Menos, con lo que pide la caridad. Los que visitan a los pobres, en las Conferencias de San Vicen– te de Paul, los jóvenes y las jóvenes de Acción Católica que ejercen su apostolado en los suburbios de las grandes ciudades, saben mu– cho de esos abismos de miseria moral y material de que parecen no tener la menor noticia muchas gentes. Remedios en el Síálo ¿Remedios ...? ' . · Las mismas virtudes que hemos venido considerando, en el gra- do que nos sea factible, siguiendo las huellas de nuestro Seráfico Padre, ya que la naturaleza del hombre no ha cambiado desde los tiempos de San Francisco. · 1. 0 Renunciación.- Ya no pido pobreza, auténtica pobreza como la de Cristo y San Francisco; pero sí pobreza espiritual, desasimien– to de los bienes materiales, no ir tras ellos con loco afán, sin repa– rar en medios, atropellándolo todo, como si su logro fuera el único fín para el cual ha sido creado el hombre. · ¡Cuán extraño suena esto en los tiempos del estraperlo y el en– riquecimiento a toda costal Ello lleva consigo un · igualmente inmoderado afán de goces que . hace ¡:.osible el espectáculo de ciudades que se llaman cristianas y en las que ~n un domingo, en el día del Señor, se gastan en espec– táculos, cafés y bares, cantidades fabulosas con las que se podrían socorrer muchas de esas farnilias que están muriéndose material– mente de hambre. Yo doy por supuesto, lo que es, sin embargo, muy dudoso, que todos esos espectáculos sean lícitos y honestos; pero aún así, tenemos que considerar que esos hombres que mueren ma– terialmente de hambre son hermanos nuestros y que nosotros somos ! 1 1 1 1
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