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-18- Les Terciarios aprendieron a súfr?' con alegría porque aprendie– ron a amar. Contar los santos que la Tercera Orden ha dado y; está dando a la Iglesia, no es tarea fácil. Tendremos que usar la expresión del Apocalipsis: «Los ví; y eran inurnerahles... » . El Terciario auténtico es magnánimo, desinteresado, generoso.· Y como dijo Mons Manestes, prestigioso Prelado .francés, no_ha mu– cho, es un valiente. ¿Son necesarias otras cualidades para ~l apostolado seglar? Pues en los Terciarios hallará la Iglesia sus mejores auxiliares: Citó el Conferenciante algunos casos concretos, con que demostró esta afirmación. Véase uno: En septiembre de 1227, el Papa Gregario IX hubo de lanzar pena de excomunión contra el emperador Alemán Federico segundo~ que quería encerrar a Roma en un círculo de hierro-. No había correo que osara llevar el documento pontificio a las diversas Diócesis, porque el país estaba infestado de espías del tirano. Los Tercia.ríos se prestaron espontáneamente a labor tan arriesgada. Por veredas extraviadas, salvando montañas y vadeando ríos viajaron no pocos de ellos con gran peligro, e hicieron llegar a manos de los Obispos las copias auténticas de la Bula Ponwficia. ~ «La Tercera Orden Franci~cana está maravillosamente organizada para la formación de propagandistas que necesitamos», ha dicho Mons Franzi, Obispo de Lausa:na. No hace muchos años, un ministro del Gobierno francés dijo en un discurso· estas notables palabras: «Con unas gotas de sangre Franciscana y con menos sangre de hombres egoístas, habría en Francia cristianos de verdad y gobernantes de acierto.. . Y un político español de nuestros días hubo de confesar: «Quien no haya de gobernar por amor, no nos sirve. Hace falta en el gobierno un Bismark injerto de San Francisco de Asís, que tenga más de San Francisco que de Bismark». El P. Gumersindo en prueba de estas afirmaciones hace la sem– blanza del gran Canciller de Inglaterra Tomás Moro y del célebte D. Gabriel García Moreno, el cual siendo Presidente de la República del Ecuador ay~daba Ja Sant~ M_isa día:iamente y gobernaba P?T amor. Y al referirse como cayo ba¡o _el punal traidor de ,Ja Masonena, exclamó el conferenciante: ¡Así mueren los Terciarios cuando es ne– cesario morir!. .. ¡Así es la sangre Franciscana!. .. En lo que llevamos de siglo hemos presenciado varios Congre– sos regionales Terciarios y dos nacio:t"4ales en España. Como fruto de ellos la Tercera Orden fué establecida en varios centenares de pue-

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