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-13- la autoridad del hombre sobre la mujer, haciéndola su compañera y reina del hogar. Reina del hogar ese es el feminismo de la mujer y toda su intervención debe dirigirse a la defensa de los derechos y obligaciones suyas del santo hogar. Lo decía Benedicto XV «La mujer es la reina del hogar y aun cuando de él se aparte hacia él debe dirigir su, actuación; no solamente sus afectos de madre, sino también su actuación de Directora; del mismo modo que un rey, aun alejado de sus territorios, tiene presente la felicidad de sus súb– ditos y la antepone a su propia felicidad». La campaña por la recristianización de la familia es obligatoria para nosotros, hijos de San Fra,ncisco, ya -que somos el ejército ca– tólico de vanguardia. No olvidemos 'que somos hijos del Santo de Asís, nombrado por el Papa Pío XI Patrono de Acción Católica, de aquel santa que según frases del mismo Papa, fué «hombre elegido por Dios para reformar el siglo y también la sociedad cristiana de todos los tiempos». Que somos hijos de aquel Poverello que encontró en la Edad Media un ambiente ' de odios, de luchas, de hombres esclavos de las cosas temporal~s, de hombres que amaban con fre– nesí los honores, las riquezas, el lujo y los placeres, y lo transformó completamente con la predicación y la práctica del amor. Con el amor de Cristo que voceó y pregonó por todas partes, incendiando a las muchedumbres en el volcán de su amor inmenso. Y esta virtud renovadora llegó a la familia. Y surgieron las Or– denes Terceras recristianizadoras del hogar en el que inyectaron el espíritu del Divino Maestro. La familia, merced a la Orden de Peni– tencia, respiró las puras auras oristianas y bajo esa atmósfera bien– hechora floreció la virginidad en los hijos y en las hijas. La familia, con la influencia franciscana, se unificó. desterrando la autonomía . de sus miembros, se vigorizó merced a la austeridad y modestia en todas sus manifestaciones y quedó saturada de una él.uténtica piedad cristiana por la práctica de la Ley divina, la frecuente recepción del Cuerpo de Cristo, y la moderación en las diversiones y espar– cimientos. Francisco de Asís fué el gran renovador de la familia en la Edad Media y siglos posteriores y el gran popularizador de esta restaura– ción cristiana del hogar por medio de la Venerable Orden Tercera. Así dirían luego León XIII. «Mi reforma social es la Orden Ter– cera»; y Pío X. e Hacer buenos terciarios es hacer perfectos cristianos»; y Benédicto XVI «Creemos fundadamente que el espíritu de la Ter ce:ra Orden que está exhalando el perfume suavísimo del Evangelio puede contribuir muchísimo a la reforma de las costumbres privadas y públicas con tal que ese espíritu se difunda tan puro como en el

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