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i 1, ! ' J 11 ' ,1 :, l'i ! li 11 -8- Asamblea de más e menos rango, donde su nombre no figure re– querido por la obediencia. Maestro mío durante dos años en la Universidad de Zaragoza y maestro en cuantas ocasiones he tenido la suerte de escuchar su palabra, nos ilustrará hoy sobre ~ tema de tan vivo interés como el de la Paz y la Orden Tercera. A José Angel Zubiaur lo hemos escuchado en esta comarca en numerosas ocasiones• con otros motivos y ya conoc4is por tanto su extraordinariaa dotes oratorias. Todos os van a hablar del franciscanismo en diversos aspectos; tema de actualidad palpitante, no de algo lejano acaecido allá en 1 1 Siglo Xill, sino doctrina de aplicación actual a nuestra Sociedad, a nuestro Siglo XX con el que tanto se asemeja aquella época. Es cierto que en el Siglo XIII existe la fuerza moral unificadora de la Iglesia, pe1~ existen, entonces como hoy, los elementos político– sociales más disociadores: falta entonces la uniformidad romana Y no han surgido todavía las nacionalidades en que se ha asentado Y se asienta aún el Gobierno de los ·pueblos; coexisten monarquías absolutas y repúblicas aristocráticas con feudalismo y demagogias municipales e influyendo sin duda este desorden en el espíritu de los hombres, éstos se muestran inquietos, todos agobiados, todos en recíproca e incesante lucha, de tal modo que la fuerza y la venganza imperan como señoras indiscutibles de aquella Sociedad. El siervo se halla a merced de un arrebato de ira del poderoso, ei mercader o el viajero están expuestos de continuo al asalto de la rapacidad de algún señor o jefe de cuadrilla, que lo someterá a tortura hasta que suelte su oro, para rescatar su sangre; los mismos caballeros cruzados participan del desequilibrio reinante y con frecuencia, ellos, los caballeros de la fraternidad, contagiados del hechizo de Oriente traen para su servicio esclavo oriental. servil y sumiso como ninguno. Y en este clima, en este ambiente, impera un ansia común, un presentimiento unánime de que algo extraordinario iba a ocurrir que sdvara a aquella Sociedad desquiciada, y en efecto, ese algo se pro– duce Y aparece San Francisco de Asís, dominando a su tiempo, como la flecha, como la aguja más aérea y esbelta del estilo ojival que entonces se creara, señalando una norma: Cristo. Y hacientl.o de sus co~sejos Ley, salva a los hombres. espiritualiza a la Sociedad y nos sP.nala el camino a seguir a los siglos venideros. ,¡Qué semejanza más extraordinaria, señoras y señores, ofrece aquel cuad_ro co~ los tiemFs que vivimos! Hoy también son la ven,– ganza, la v1olenc1a y el ocho los que dominan a los hombres. No sera hoy no el señ?r feudal quien esclavice a los hombres, pero vemos la fuerza despohca de los ¡:stados modernos invadiendo los sagrados •

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