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Reflejo también de esta fe es, su espíritu de obediencia, que rebasa los moldes de la obediencia más perfecta. Refieren rasgos verdaderamente encantadores . A su juicio, la única forma de interpretar los deseos de Dios sobre él, sin posibles errores, es la estricta obediencia. Y era tan amoroso y exacto en el cumplimiento de todo, que podría decirse d~ sus días, que eran páginas vivas de la regla de San Francisco. Pero siempre con la sencillez en él característica, con santa y alegre naturalidad , sin inquietudes, con el sosiego místico del que vive inmerso en la Divinidad . * * * Se santificó en el desempeño de oficios humildes señalados por la obediencia. Fue hortelano, sacristán y aun cocinero. Pero el oficio que le caracteriza es el de limosnero. La iconografía lo representa portando su alforja. Fray Leopoldo (sentado a la derecha) con sus compañeros de noviciado y superiores del convento de Sevilla. (1899) Durante medio siglo -toda una larga vida- recorrió bajo el peso de su alforja, descalzos los pies, los caminos de varias provincias andaluzas y todos los rincones de Granada, en el humilde y humillante oficio de limosnero, que exige -nadie lo ignora- muy relevantes virtudes para desempeñarlo a la perfección. Generaciones de granadinos nos hablan de aquel sosegado caminar de sus pies descalzos que con relativa frecuencia teñían el polvo de sangre; o nos lo recuer– dan con el rosario en la mano, amoratada de frío; la mirada absorta en un mundo sólo visible para él, y el cuerpo algún tanto vencido ya por el peso de la alforja, las penitencias y los años. Creeríase una parda viñeta arrancada del libro de las Florecillas. Pedía una limosna material para su convento y para el Seminario de Misio– neros Capuchinos. Pero daba más que recibía. Daba limosnas de pan a los nece– sitados y siempre limosnas de amor. La limosna espiritual de sus oraciones, consejos, consuelos, y el ejemplo de su vida santa. ¡Cuántos encontraron en sus
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