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-14-- nes funestas, creen ver enemigos en quienes no lo son , y se complacen, á moclo ele tigrca, en be~e~ la sung r~ de sus h er!na– nos. Recordad, por ejemplo, las u ltimas elecc10nes de dipu– tados á cortos. Y no me llam6is imprudente por que suscite es– te recuerdo; el que s í merece llamarse imprudenLe y cobarde y miserable es quien no se aLre\;e á mirar el mal de frente. A.de – más, no olvidéis que estoy hablando con vascos, y que á los vascos se les puede decir locla la verdad, si n temor de que se ofendan. ¿No es así, hermanos míos? R ecordad , digo , las últi– mas elecciones de diputados á cortes. Aquello f ué el d esenca– denamiento general ele todos los odios y pasiones políticas. Con la saña con que luchasteis entonces unos contra otros, los catól i– cos navarros, no lucharon en ningün clist.rito ele España ni fusio– nislas con conservadores, ni monárquicos con r opub)jcanos, ni cal6licos con liberales, ni catalanistas con libertarios; alH fué el apurar todos los <liclerios y Lodas las !'rases mortificanles del diccionario; allí el apellidaros farsantes, hipócritas, excomul– gados, masof1:eS, malvados con malicia_i~1~nita; alli el jurn.r que anles que uniros unos coh otros os umrnus con el mis1no <lo– monio; allí el mezclar en la lucha á v-uestras hijns -y mujeres, invenlantlo en su deshonor canciones denigrantes que pugnan con la caba ll er?sidacl ó hidal guía del pueb l-0 vasco. En Jin, que tt r~o _l;aber s~liclo ~an mal p~radas _<le la re~riega la carielad y Ia rel1g10n, hubiera sido malerrn de n sa ver con qué gusto r epar– tíai s unos contra otros taj os y 1nandobles, dejando entrelanLo libre y tranquilo al enemigo. He ahí, pues, lo que consiguen, aun ele sus prop ios hermanos , los católicos que defienden los intereses de ln. Ig lesia. ¿Dónde h allar consuelos y alientos que compensen tan g randes amarguras?En el nombre santo de Dios, invocaoclo ese nombre bendito, leyéndolo á menudo en nues– tra bandera, clicióndonos en nL1estras h oras ele desaliento: lu– cho por el nombre de Dü)s, y con l.tl que el nombre de Dios salga triunfanle, nada elebe importarme que el ruío sea infa– mado y arrastrado por los suelos . Finalmente, el nombre de Dios es el únic;o que nus puede un ir. ¡U11ió1t! Vocl uhí la palabra de esc;ü,nclalo que cada voz <1ue se prnuuncia engendra 11ucva8 divi siones entre los cuLóli– cos <>. ahonda la~ CJUC ya cxii,tía n;_/,Dej ~t!·emos pol' eso de pro– nuncmrla? De nlllg u1w nt:1ncm. l a1nbwn el nombre ele J esü s ha sido pie<lru do e::;cándulo y oe;asión de ruiua para llluch os homl,res, y, cJlo no º?stante, lo predicó J esús y mandó :i sus apóstoles que lo predwaran por tndo el mnnclo. OLro tanto ha rle hacerse con la unión el e los católicos . A pesar J e las discor-
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