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-13- 'ral resultado ele la instabrndad é inconsistencia de la vida hu– mana. La muerte, hermanos míos, no perdona á nadie· esos reyes y jefes de partido cuyos nombres traéis de contin~o en la boca y cuya causa defendóis con tanto ardor, morirán un día lo mismo que vosotros; al morir perderán para siempre su rea– leza ó jefatura; si se condenan, pasarán á ser las criatu·ras más viles del mundo; y aunque se salven, si los superáis en mérito delante de Dios, convertiránse en vasallos vuestros. ¡Triste fin el de la gloria humanal-Nada de esto acaece en Dios. Perece- 1·án los cielos, dice hablando con Dios el profeta, y se envejece– rán como se envejece el vestido qu,e traemos sobre el cuerpo; mas Tú permanecerás siempre el mismo y tus mios no se acabarán ja– rnás.- J esus Ghristus herí et hodie, escribe San Pablo, ipse et in scecula; J esucrz·sto era ayer y es hoy y será por los siglos de los siglos.-Muere, verdugo de la libertad, dijo Rayo á García l\Io– reno, al descargar sobre él el último golpe de su cuchillo. D ios no muere, respondió el heroico defensor de la fe. ¡Dios no mue– re! ¡Oh qué pensamiento tan consolador y tan hermoso para los que le amamos! .Movjdo por ese pensamiento abandonó la cor- te de Carlos V y se hizo jesuita San Francisco de Borja. Como viese conver tido en gusanos y manando podre el cadáver de la emperatriz Isabel, no qt1,Jero servir ya más, dijo, á seilor que se me znteda morir; y cumplió, en efecLó, su propósito. Pues esa ' estabilidad y fijeza, esa eternidad propia de Dios se extiende también á su nombre adorable. E l que ahora pronuncio yo, es el mismo que pronunció San ~rfiguel en el cielo, el mismo que adoró Adán en el paraíso, el mismo que _invocó J esucristo so– bre la cruz, el 1nismo que alabarán eternamente los santos en la gloria. Quo sea también eternamente sünbolo y bandera de los que luchamos por la causa de Dios. E l nombro de Dios es el único capaz de infundirnos valor y aliento en nuestros combates contra la impiedad. Los malva– dos tienen un gran aliciente para perseguir á la religión; es el interés, el lucro que por ello reportan, que, seg{m antes he• di– cho, no hay como g uerrear contra Cristo para subir y medrar. En cambio, los católicos, los ser vidores de Dios que consagra– mos nuestros esfuerzos á la defensa de la fo ¿quó es lo que ga– namos con salir á la palestra y reñir cou los impíos? A la vista está: disgustos, afrontas, calumnia~, enemistades,. pérdida, on suma, de la paz, de la honra y el dinero. Y ¡cosa mcroíb_lel los que más daño hacen tí los católicos que luchan por D10s, los que con mayor saña y encarnizamiento los per~iguen son los mismos católicos, que cegados por yo no sé qué ideas ó pas10- '

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