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-10- g u11das catae;Ulllbas, toclavht el t riunfo tinal sería nue:;lro. Las JntM·tas del infierno no han d,~ 7Jrevalec~r co~ilra la f qlesia; Crisl.o loba dich o y cumplirá. su palabra; la l~1 stor1:1 nos_ascg~rade ello. ¿Dónde están los N_erone::;, Jo::; DeCios, lo~ D10c}ecianos, los Constancios, los Julianos? ¿Dónde los Ennqucs e I sabeles de I nglaterra, los F edcricos de Prusia, los .Josés de Austria, l?s ~apoleones de Francia, los Aranda, los Pomba l? ¿Dónde B1s– matk, Crispi, Cavour, Gambetta, Zorrilla, P i y Margal!? rrodos han muerto, y la 1glesia p ermanece cu pie. Pues lo mismo IDO· rirá.n, pe rma neciendo en pie la I g lesia, los \ Vnldeck-Rousseau , los Brisson , los Zanarclelli , los Blnsco lbái1ez y demás actuales perseguidores de ar¡_uolla institución divina.- Ln cnusn de Dios es la causa del débil. Aunque pmnipote11te é invencible, J esús se deja maltratar de s us enen11gos á loda bll voluntad . I 1 leno está el mun<l.o <le lns iujurias y blasfomias que contra El se profieren, y no hay como pe rseguirle para s ubir y m edl'ar. La guerra que se le hace os guerra s in cuartel. Se le a rroja de los parlnmentos, de las uJ1i versidudes, ele las academias, el e los teatros, del hogar doméstico; h asta fle sus mismos templos se le quiere arrojar. Y si a l menos sus amigos vi nieran á de[en– dorle ... :Mas no; los amigos el e J esús se entregan al sueño, mientras J esús es prendiLlo y crucificado. Así qnc hoy como el día de su pasión b ien puede prorrumpi r J esú s en esta amar– guísima queja: sustinui qiti simul contristaretur et non fnit, et qui consolaretur et non inveni, esperé que alguirm, se condoliese ele mí y nadie lo hizo, busqué qu,ien me con.~olase y no le encontré. ¡Pob1·e J esíts mío!, exclamaré con San Ligorio; no se le trataría p ool' si fuese el nrnlhcchor más grande del mundo.- Finalmen– te, la rausa de Dios es la causa ,lel pueblo vasco. rr a n arrniga– cla so ha lla la r elig ión en las ontmfias de nuestro pueblo, que bien puede decirse que h n. venido á .forma r uno de s us p rinci– pales carac:lcres. El pueblo vasco ama su religión más q uo la tierra donde vive, más que su libertad, más que sus fueros, más que su propia lengua. Y seda una insensatez, sería una locura pretcnclcl' que ese pueblo conservara su peculiar fisono– mía, a postatando de la religión de sus padres. Además · si el l!uoul? vasc.:o i, ulmit:it~ LoJuvfa, lo Jebe, según n.l priucipio dije, :1 la smgular protección con que le h a n favorecido siempre Dios, la Yit·gen y Han "Miguel_. El que quiera, pues, que ese pueblo no pe~czca, que traba,¡_e ¡:>or mantenerlo fiel á Dios y oxacto cumplidor de la loy cn stiauu. .Asi lo en tienden los escri– tores y literato~ qnc dirigen el r egionalismo vasco, y por eso son Lodos cat6J1cos fc1·vorosos. Lo di go en lio11ra ele ellos y eu
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