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, -8- voluntad nuestro sentimiento mnyor el verle o[endido de sus criaturas: nuestro más vivo deseo el sacrificarnos por su gloria, nuestra diaria petición la que nos puso Jesús en el Padre nues– tro: adveniat regnttm tuum, que Vénga el reino de Dios, que reine v triunfe é impere Dios en los bombres, que sean para Dios to- do el amor, todos los obsequios, todos los servicios de todos los se res habidos y por haber. Tales son las relaciones que median entre Dios y nosotros; tales los deberes que por título de crea– ción, por ley de naturaleza nos ligan con Él. Decidme vosotros si ca be comparación entre estos deberes y los que pueda tener un hijo para con su padre, 6 un criado para con su señor, 6 un soldado para cou su patria, .6 un vasallo para con su rey. De– cjdme si estos deberes no exigen imperiosaipente que nos ha– llemos siempre dispuestos á del'ender los intereses de Dios, á p~lear contra los soberbios que p retenden robar á Dios el amor de los hombres . Decidme si 110 , u1erece que so le llame traidor y fementido el cristiano que ligado con tales deberes oye blas– femar contra Dios 6 vocear periódicos impíos, y se encoge de hombros, y nada hace por impedir la blasfemia y la propagan– dn impia.- Por título de redención no estamos menos obliga– dos á luchar por Dios. ¿Por quión bajó Dios del cielo, y cargó con nuestras miserias, y se puso en una cruz, y vertió toda s11 sangre, y se h izo blanco ele lo.-, despreciqs y vituperios del pue– blo judío? Por nosottos, h ermanos míos, por defender nuestra causa ante su Pa<lre, por ponernos en camino de salvación, Ohristus dilexil me, et tradiclit senietipsUtm pro me. Pues si Dios se sacrifica por el hombre, ¿por c,1ué el hombre no ha de sac 1 ·i– ficarse por Dios? Si por el hombre abandona Jesús su Gasa, y se mete entre sus enemigos, y l'ep rende á los fa riseos, é incre– pa á los sacerdotes y se encara co11 reyes y presidentes, y oye imperturbable el tole tol~ de la muchedumbre, ¿por qué el hom– bre se ha de contentar con ador ar á J esús dentro de su casa , sin atreverse á afrontar por amor de su Salvador los dicterio; de la chu s_ma_, las P.~rsc_cuciones de los poderosos, los ataques de los penód1cos? f:>1 Dios, en suma, defiende al hombre dej áii– dos~ .cla:var en una cruz, ¿cómo el hombre pretenderá del'encl er :í D10s, sentado en una butaca? H ermanos míos, vergüenza dc– bfa causarnos el contraste cp1c gunr,la illlestm. conducta con Ju conducta do 108 rnalQs. :No han li ccl10 por éstos sus sefio l'OS tnn– t? como J esús por 11osotros; y s in embargo, ycd con qnó entu– siasmo secunda~ ,sus deseos_ y con qué puntualidad ejecutan sus mancla.tos. 'l ratase, 1~or e,1cmplo, do celebrar un jubileo, pues :i una orden de su Jefe allí están los malos para impedir-

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