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12 al P. Tremblay, en quien esperaba hallar un valioso colaborador de sus gran- des empresas. Después del mezquino resultado de la campajia del Languedoc, se operé en el P. Tremblay un cambio de frente en la lucha con el partido hugonote francés; en adelante ya no fué partidario dela guerra, sino dela paz... que preparaba la guerra, pues confiaba en el vigor de la mano, que tenia las riendas del Es- tado, y contaba con Richelieu para muchos aiios. Desde 1.624 hasta 1.627, no cesé un momento de activar los preparativos conducentes a la ocupacién de la Rochela, meca de los hugonotes. Esta plaza fuerte era el ultimo reducto del protestantismo francés y habia que rendirla. Propuso para ello un vasto plan de reconstruccién naval; se opuso tenaz- mente al derribo del «Fuerte Luis» de la Rochela, como lo. pedian los hugonotes, y vencié los temores harto justificables del rey, pues Carlos IX, Enrique Ill y Enrique IV se habian estrellado contra los muros de la Rochela. En efecto, como nos dice Lepré-Balain, «tenia un espiritu muy previsor, que marcaba el rumbo de las cosas desde lejos y planeaba para el porvenir desig- nios, que los realizaba sin vacilacién»; y Alberto Sorel, uno de los mejores cri- ticos de historia contemporanea, dice que «disponia los aproches, que eran una maravilla de habilidad, de perspicacia y de previsién. El tenia ese rasgo singu- lar del genio de Bonaparte, el arte de disponer en sus mas minimos detalles las etapas sucesivas de un avance a lo imposible.» Por fin Luis XIII se decidié a dirigir personalmente el asedio; mas desgra- ciadamente la fiebre le detuvo tres meses en el Louvre. $ El ambicioso Richelieu no consintié separarse de él, pues temia ser suplan- tado por los manejos de sus enemigos politicos. Entonces se confié la direccién del ejército al duque de Orleans, como jefe nominal, y al duque de Angulema, como jefe efectivo. Al reintegrarse el rey en el ejército, encontr6é los dnimos abatidos por la presencia amenazadora del almirante inglés Buckingan, que habia acudido al socorro de la Rochela y que prometia retirarse, si consentia el rey en el derribo del «Fuerte Luis». El duque de Angulema era partidario de la paz. «Era preferible, decia, de- moler el fuerte con algtin quebranto de la reputacién del rey... y poder reanu- dar posteriormente el sitio de la Rochela en mejores condiciones, (1) Ante esta situacién critica se preguntaban todos qué actitud adoptaria Ri- chelieu, «que estaba todo el dia y atin frecuentemente la noche junto al monarca, para conservar la entera direccién de los negocios. Es probable que hubiera desistido, dadas las frecuentes crisis de abatimien- to que solia sufrir, si su consejero intimo, P. Tremblay, no le hubiera reanimado en esta ocasién; y como afirma Lepré-Balain, «siguid enteramente el parecer, que el P. Tremblay le comunicaba en secreto.» Entonces Richelieu emprendi6 una serie de preparativos militares, ner do a los ingleses a volverse a su patria. El P. Tremblay tenia montado todo un servicio de espionaje y sabia perfec- tamente el estado de la ciudad, gobernada por un hombre férreo, el alcalde Gui- tén, quien acepté el mando «a condicién de que habia de permitirsele hundir el pufial en el corazén del primero que le hablara de rendirse.» (1) Memoires de Richelieu.

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