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6 macho cabrio; cuando pasaban los pajes delante de él, se tapaban las narices.» Unas veces lo pinta como «una momia egipcia, que no deja traslucir en su sem- blante mds que una esttpida sonrisa»; otras, como un ser cruel y despiadado, que firma las sentencias de muerte que le presenta Richelieu «con la misma frial- dad con que un turco siega una cabeza, al simple gesto de su sefior.» Cuenta, entre otras enormidadeés, que un dia el P. Tremblay, queriendo hacer valer sus ‘servicios ante Richelieu, le contaba los apuros, que habia corrido en el confeso- nario, cuando, para sorprender las confidenclas intimas de Cinq-Mars y de Ma- ria de Médicis,.se habia colado furtivamente, en lugar del abate Quillet. —«jBonito espectdculo!—le contest6, chancedndose, el cardenal—; a fe mia. es ésta la primera vez que tu has oido hablar de amor. ¢Te ha gustado ese len- guaje, P. José..? Pero dime... ¢qué entiendes ti por amor? A lo cual el Padre Tremblay no sabia contestar, sino como lo haria un beodo o un cretino.» Otros novelistas, como S. Henri Berthoud y Arnould Galopin siguieron des- ‘figurando la verdadera figura del capuchino, - Por desgracia, un historiador de gran talla, Michelet, hizo suyos estos jui- cios en su «Histoire de France» (1857), sacrificando indignamente la veracidad histérica a sus postulados anticristianos. Pinta en ella al capuchino, «haciendo con sus sandalias y su cordén una hipécrita comedia de humildad,» y lo descri- be desaprensivamente «como al mayor ttapacero del mundo.» Para colmo de desdichas, hasta la misma tumba del P. Tremblay fué profa- nada por sus enemigos politicos. Estaba enterrado junto a su compafiero inse- parable}‘el P. Angel de Mortagne, y una mano desaprensiva tuvo la osadia de estampar alli estos versos volterianos: «Passant, n’est-ce pas chose étrange, Q’un démon soit prés d’un ange?» _ Rehabilitacién Mientras que en todo tiempo se le ha vindicado a Richelieu de las calumnias que empafiaban su memoria, proclamdndole como uno de los mds poderosos artifices de la grandeza de Francia, al PaTremblay, «su genio maléfico», no se le ha hecho justicia hasta nuestros dias. Convengamos en que, si todas estas calumnias fueran reales, estariamos en presencia de un caso morboso, de un fenémeno psicolégico de extraordina- rio interés: la complejidad de un espiritu impulsado, a la vez, por sentimientos los mds antagénicos, los principios de Maquiavelo y los evangélicos consejos del dulce Francisco de Asis. Pero siel P. Tremblay era inocente, ¢por qué la historia no dié un solem- ne mentis a todo ese ctimulo de falsificaciones calumniosas? El 18 de Marzo de 1.648 fué aprobada para su impresi6én la primera vida com- pleta y, al parecer, desinteresada, escrita por Lepré-Balain, quien conocié per- sonalmente al P. Tremblay y que habia recibido las confidencias del P. Angel de Mortagne, testigo de mayor excepcién. Posteriormente escribid Lepré-Balain una dilate obra (1), que constituia una riquisima coleccién de documentos, con vistas a la historia de Richelieu y de su gran amigo capuchino; pero ambas obras, escritas para las Religiosas del Cal- vario, no transcendieron al ptiblico. En la segunda mitad del siglo XVIII tres jesuitas, los Padres Griffet, Arigny (1) Le Sapplément 4 I'Histoire de France.
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