BCCPAM000523-3-08p04d00000000

15 Y el P. Daniel se alej6 de Lurdes, divinamente consolado. Desde entonces una idea le trabajé de continuo: «cruzar nuevamente el océano», aun cuando no desconocia que sus queridos indios del Brasil se verian privados de su actividad. Durante algunos ajios seré un peligro hasta para sus mismos hermanos. No tendra mas que una ocupaci6n: serleproso. Y lo serd de una manera heroica, * * * Para esto escogi6 la leproseria de Tocunduba, en la esperanza de que su ministerio seria mds intenso, pues que la leproseria se hallaba desprovista de todo auxilio religioso. Sufrié un cruel desencanto a su llegada, pues esperaba que lo hubieran re- cibido como a un amigo, como a un sacerdote, «Creia yo, escribe el P. Daniel, seria recibido con demostraciones de estima y afecto.» ;Vana ilusién! No fui recibido como Padre que padeciendo la misma desgracia que sus hijos, puede llegar a comprender mas facilmente la necesidad de consolarlos, sino como enemigo, como descubridor de sus bajezas y vicios, Se entendieron entre si para no llamarme ni atin para la asistencia religiosa a los moribundos. «Muchos de los leprosos odiaban al sacerdote y arrojaban espumarajos a la menor palabra, al més pequefio signo religioso; podria pensarse si no estari- an en poder de los demonios.» En situacién tan critica el P. Daniel escribia a su superior: «jCuantas tempestades se han desencadenado sobre mi cabeza; cuantas calumnias me han levantado! Si el sacerdote quiere hacer algo de pro- vecho, es necesario que se humille, que ruegue, que cierre sus oidos a las mal- diciones e imprecaciones de estos infortunados, que perdone siempre. Creo que este estado de cosas es consecuencia de la terrible enfermedad, que influye po- derosamente en los nervios, lanzando a los enfermos a furiosos arrebatos». EI P. Daniel Ilama a la leproseria una pequefia Gomorra, en la que si los cuerpos son devorados por la lepra, las almas son incomparablemente mas le- prosas. «jCuantas lagrimas he derramado por ellas. Nunca, como ahora, he sen- tido mds compasi6n por los pecadores!» Un afio duré este estado de cosas hasta que la caridad del P. Daniel y la gra- cia de Dios triunfaron de las almas perversas. Desde entonces el P. leproso predica, confiesa, e invita ala comunién. En sus afios de apostolado predicé 800 sermones y 300 platicas doctrinales, distribuy6 8000 comuniones, administré los tiltimos sacramentos a 600 moribundos, prepar6é parala primera comunién 250 nifios leprosos; administré 240 confirmaciones, bendijo y legitimé 135 ma- trimonios. Estos ntimeros hablan con mas elocuencia, que los mejores discursos. Esta vida de abnegacién duro 8 afios, hasta 1921. La enfermedad seguia, implacable, su curso. El P. Daniel era un esqueleto viviente. Escribiendo a su superior, le decia: «creo que esto no puede durar mucho. Padre, bendecidme, y bendecid a mis compafieros.» Dos afios debia de prolongarse su doloroso martirio. Dos afios recluido en una casita solitaria, por él dedicada a su Serdfico Padre; sobre la puerta habia escrito: Ritiro di San Fracisco, «Ermita de S, Francisco.» El dia 5 de setiembre de 1923 escribia; «siento muchos dolores a modo de punzadas agudisimas en las articulaciones; ardores vivisimos a modo de boto- nes de fuego; sensaciones dolorosas en los glébulos oculares... Parecen mor-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz