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12 . tan encargados de dicha isla y su primera atencién fué cuidar a los leprosos, Los aislaron en un terreno de 12 hectdreas de extensidn, rodeado de altas mu- rallas, en extremo fertil, pues se halla regado por las aguas de las cisternas y de los pozos naturales, formados por los craéteres y por las excavaciones he- chas en los volcanes. (1) Los leprosos viven en casitas, ocupados, en cuanto les es posible, en cultivar lo esencial para su vida: legumbres, tabaco, cafia de azucar y los frutos propios de los trépicos. En adelante, no serdn los leprosos de la Isla de los Misterios, los tinicos que la habitardn; todos los leprosos de Chile iran a unirseles. El Gobierno chi- leno envia actualmente a esa isla rocosa y perdida en el Pacifico a todos los le- prosos del pais, alejandolos de su familia y de su patria. No es dificil comprender cuan grande sera la felicidad y consolacién de aquellos infortunados a} contemplar la abnegacién de los capuchinos. Decir Chile, es decir América del Sur. Pasemos, pues, de las costas del Pa- cifico a las del Atldntico, a las costas brasilefias. En ellas permaneceremos por algtin tiempo. Ya, a mediados del s. XVII, Capuchinos franceses, de Bretafa principalmente, habian evangelizado el Brasil, merced al impulso dado a las mi- siones por la Eminencia Gris, el célebre P. Capuchino José de ‘Irenblay. Insta- ldronse sucesivamente en Pernambuco, Rio de Janeiro y Bahia, levantando esta- ciones misioneras. Trabajaron con éxito hasta el fin de la guerra de «Sucesién de Espafia» en que el gobierno portugués arrojé a los misioneros de la Colonia, Pero ya en 1611, rigiendo la Orden Capuchina, S. Lorenzo de Brindis, habian los Capuchinos franceses abierto los cimientos primeros de la Orden en el Brasil inmenso, estableciéndose en S. Luis del Maranhao; aqui edificaron un convento, al que designaron con el poético nombre de Monte Carmelo. Tan bien debieron de trabajar en aquel campo, que no se ha extinguido todavia el recuerdo de sus heroicas hazafias. A los Capuchinos franceses han sucedido desde 1892, los de la provincia de Lombardia, que han renovado las tradiciones antiguas. No se contentan con ejercitar su ministerio entre los blancos que pueblan las ciudades mas importan- tes, su actividad se extiende a los Estados de Maranhao y Paré, deseosos de convertir y evangelizar a los desventurados indios,cuyo ntimero, al decir de los misioneros, es incalculable. La conversién de estos sin ventura, de costumbres espantables y sanguinarias, es en extremo dificultosa. No son parte estas cosas para intimidar a nuestros capuchinos de Lombardia; todo lo contrario; su valor se ha acrecentado desde el dia en que muchos de los religiosos cayeron muertos a los golpes de los infieles, desconocedores de Cristo. No fueron pocos los que recogieron la palma del martirio en circunstancias verdaderamente terribles. Nos hallamos en la mafiana del dia 13 de Marzo de 1901; las notas argenti- nas de la campanita de la Estacién misionera de Alto Alegre se perdian en la (1) El P. Bienvenido de Estella acompaiiado de Fr. Modesto de Adids visité la Isla de Pascua en 16 de Junio de 1917 después de £0 dias de navegacién en la goleta chilena «Gene- ral Baquedano». El Sr. Obispo Edwards, vicario general de la ermada chilena, quiso tomer parte en aquella expedicién misionera. En 26 de Marzo de 1918 volvié a la Isla el entusiasta P. Bienvenido, acompafiado esta vez por el P. Domingo de Beire. En los dias que duré la larga correria apostélica fueron la providencia y el consuelo de los Pascuenses. El P. Bien- venido publicé dos interesantes optisculos: Los Misterios de la Isla de Pascua por el R. P. Bienvenido de Estella. Capuchino. Un vol. de 189 pag. Santiago de Chile. Imprenta Cer- vantes. 1920. Mis viajes a Pascua por el R. P, Bienvenido de Estella, Religioso Capuchino. Un vol. de 134 pag. Santiago de Chile. Imprenta Cervantes. 1921. (N. del T.)

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