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93 es prensión vió que la Sagrada Imagen añadía el volverlé el rostro y las espaldas y argúirle de cruel. Visto lo cual, salió en busca del hombre para confesarle, y habiéndole alcan- zado se separaron un poco del camino y allí le confesó, disponiéndole lo mejor aue pudo. Marchó el penitente muy consolado y no se quedó menos el confesor, quien, volviendo á dar gracias al Santísimo Cristo, le halló con semblante muy benigno y sintió muy quieta su alma. No paró aquí el suceso, porque lle- gando el hombre á la posada explicó á sus compañeros la causa de su tardanza, indi- cándoles á la vez lo contento que estaba por haberse confesado y lo agradecido que esta- ba al Santísimo Cristo, que, como él decía, le había robado el corazón con su vista. Ce- naron todos alegres y contentos y se retira- “ron á dormir, con ánimo de madrugar. Y sucedió que el que se despertó primero fué despertando á los otros, y llegando á la cama del sobredicho, le halló difunto. Lo sintieron todos mucho; pero les sirvió de gran consue: lo el saber que se había confesado la víspera, no dudando que el Señor providencialmente, aprovechando el buen estado de su alma,'se lo había llevado al cielo. Volvieron los com:- pañeros-por El Pardo y llamando al citado
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