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89 = ma de Jesús, y aquella soberana sentencia que profirió antes de expirar, debes animarte y resolverte á imitarla en la medida de tus fuerzas. El blanco de tus miras, el norte de tus aspiraciones, el ideal de todos tus deseos debe ser la santidad. La puedes obtener con la ayuda de Dios, en donde quiera que estés. Es un error, y un error muy lamentable y muy pernicioso, el de los que opinan y asegu- ran que la santidad no es más que para cier- tas almas singulares ó para ciertos estados especiales. No: la santidad cristiana se pue- de conseguir por todas las almas en todos los estados: la aconseja el Señor á todos los mor- tales, y de hecho vemos que ha sido conse- guida por niños y por niñas; por jóvenes y por doncellas; por hombres y por mujeres; por solteros y por casados; por viudos y por viudas; por eclesiásticos y por seglares; por religiosos y religiosas y por personas secu- lares de todos estados, clases, profesiones y condiciones. La santidad, que, en último tér- mino, consiste en el perfecto amor de Dios, llevado á un grado muy elevado, no es como la fortuna, como.la ciencia ó como la salud, que se escapan á un grandísimo número de mortales, y que por más que se empeñen en ser ricos, en ser sabios y estar sanos, nunca

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