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. NN rodillas con las duras piedras, y sus hombros con el pesado madero que llevaba sobre ellos le provocarían nuevo derramamiento de san- gre; y terminando en la crucifixión, que jun- tamente con la lanzada en el costado vino á abrir en su cuerpo inmaculado, no cinco lla- gas, ni cinco fuentes, sino cinco místicos ríos de purísima sangre para que fueran lavados con ella los pecados de todo el mundo; toda esta rara y divina tragedia no fué otra cosa que un continuado y variadísimo ejercicio de derramar sangre de todos los modos conoci- dos y desconocidos. ¡Oh Jesús! ¡Oh dulcísi- mo Jesús! ¡Oh incendio del divino amor, in- flama mi corazón en el amor en que te abra- sas! ¡Oh divina hoguera del amor de Jesús, dame un fuego tal que me abrase en amor hacia un Dios que tanto me ama! PUNTO SEGUNDO Lo que Jesús te enseña, alma devota, en esta generosidad con que derramó su sangre por nosotros, es el espíritu de sacrificio, que consiste en estar el alma tan asegurada en -€l amor de Dios, que nada de este mundo sea capaz de separarla de Él. Nunca harás gran- des cosas en el negocio de la santidad, ni rea- - lizarás progresos notables y maravillosos en 6
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