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99 — expresadas dos clases de ofensas con que los verdugos se ensañaron en Él. Ofensas comu- nes á ambos sentidos, como las mofas, sali- vas, golpes y bofetones, que por la increíble furia con que en ello se vieron movidos es muy de presumir recaerían indistintamente sobre sus ojos y sobre sus oídos; y otros, pe- culiares á cada sentido, como vendarle los ojos y herir y lastimar con sarcasmos y blas-' femias sus delicados oídos. Esfuerza la consideración, y pondera que no pararon aquí las injurias, escarnios y tor- mentos con que en ojos y oídos afligieron á Jesús sus cruelísimos verdugos. Prescinda- mos de los mil modos y maneras con que ra- zonablemente podemos suponer ofendería al Rey de la gloria aquella infame canalla. Me- ditemos únicamente las irrisiones que, en tér- minos precisos y claros, nos dice el Evangelio hicieron del Señor, clavado ya en. la Cruz, verdugos y espectadores. Unos le blasfema- ban y escarnecían meneando la cabeza, y diciendo: «¡Hola! Tú que derribas el Templo de Dios y en tres días le reedificas, sálvate á ti mismo. Si eres Hijo de Dios, desciende de la Cruz.» Los Príncipes de los sacerdotes con los escribas y los ancianos le insultaban diciendo: «A otros ha salvado, y no puede
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