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48 — tú debes ahora procurar; después de haberte reconciliado bien con Dios y haber arranca- do de ti hasta el último resabio de pecado, todo tu anhelo debe ser no contentarte con eso: no pararte ahí, sino pasar adelante y dar un paso más en el camino de la santidad. Y lo darás si de día en día vas sintiendo ma- yor horror al pecado y á toda culpa cometi- da con deliberación; si en la lucha que tie- nes entablada contra tus pasiones, contra la flaqueza, la volubilidad, la pasión dominante, el amor propio, la vanidad, la intemperancia, el amor á los deleites, fuentes y raíces á que pueden reducirse todas las demás, te vas sin- tiendo cada vez más esforzado, y las vas ami- norando en gravedad y número; y siren lo que antes hallabas consuelo y gusto, en el pasatiempo, en la diversión profana, en la conversación inútil, en la ociosidad peligro- sa, en la amistad engañosa y en el afán in- moderado de regalos, deleites, lisonjas, ala- banzas, honores, dignidades y riquezas tem- porales, comienzas á sentir tedio y hastío. ara eso, y no para otra cosa, experimentó Jesús en su boca santísima y en sus labios sacratísimos el vinagre acedo, la desabrida mirra y la hiel amarga, juntamente con aque- lla sed que le causó cruel agonía.
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