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-20 — cuencia palabras bastante vehementes para ponderar su crueldad é ignominia; llámalo «el más atroz y abominable de los tormentos, peste y calamidad horrorosa; pena y castigo tal que, no solamente debe estar lejos del cuerpo, sino de la vista y del oído y del senti- miento de los ciudadanos romanos.» Por. lo que hace á los judíos, le tenían especialísimo horror por la maldición en que incurrían los que sufrían muerte de cruz, y el oprobio eter- no que caía sobre ellos. , Pondera, pues, lo que padecería el ino- centísimo Jesús con este ignominioso supli- cio. Pudo muy bien habernos redimido sin morir: cualquier acto, deseo ó pensamiento suyo, como de valor infinito, hubiera satisfe- cho muy cumplidamente á la justicia de su Eterno Padre. Y ya que quiso morir, con cualquier otro género de muerte hubiera quedado muy bien redimido el hombre. Y con todo, su amor no se satisfizo sino con la muer- te de cruz. Siendo tantos los huesos y tendones que concurren en los pies, y clavándolos el ver- dugo con uno ó dos clavos, según era uso entre los judíos, con increíble fiereza y rabia, necesariamente tuvo que sentir nuestro ama- bilísimo Jesús atrocísimos dolores. Los tor-

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